Contar con una vialidad moderna, que responda a los requerimientos actuales y futuros de la población, es una condición necesaria para mejorar la competitividad de nuestra economía y la calidad de vida de las personas.
En el caso de Ñuble, que ostenta la mayor tasa de ruralidad del país, la segunda mayor tasa de pobreza y un evidente rezago en materia de infraestructura y productividad, abordar el mejoramiento de la conectividad vial es un desafío apremiante.
En ese contexto se valoran los esfuerzos desplegados por el MOP en la región, que apuntan a la modernización de las carreteras concesionadas y a acelerar la pavimentación de caminos secundarios, puesto que hoy no más del 25% de las rutas de Ñuble cuentan con pavimento, lo que supone un freno al desarrollo productivo pero además, establece una discriminación que condena a algunos a seguir viviendo en el subdesarrollo. Ello, porque el acceso a servicios, y por tanto, a oportunidades, va de la mano con la conectividad.
La reciente adjudicación del tramo Talca-Chillán de la Ruta 5, a la que pronto se sumarán el tramo Chillán-Collipulli y la Autopista del Itata, constituyen una oportunidad de potenciar el desarrollo de la región, ya que el objetivo de estos nuevos contratos es mejorar el estándar de las vías, por ejemplo, aumentando a tres pistas por sentido en sectores de mayor tráfico, incorporando más pasarelas peatonales y generando nuevos accesos a las ciudades.
En el caso específico de la Ruta 5, desde el MOP han destacado, además de las tres pistas, la introducción del sistema de pago de peaje Free Flow, vale decir, que los peajes troncales desaparecerán para dar paso a los pórticos que no requerirán la detención del vehículo, sino que bastará con tener instalado el dispositivo conocido coloquialmente como TAG. De esta manera, los usuarios pagarán por el uso efectivo de la ruta, lo que constituye un cobro más justo, mientras que los peajes laterales pasarán al olvido, un hito relevante si se considera que estos han tenido un efecto negativo en el desarrollo de algunas comunas.
Sin embargo, esta modernización estará incompleta si no se hace cargo de las deudas pendientes en materia de seguridad vial y que han quedado en evidencia muchas veces de manera trágica, pues no se entiende que los usuarios de las rutas concesionadas, que pagan elevados peajes, no reciban un servicio de calidad a cambio.
Por ello resulta clave la participación ciudadana en la definición de estos proyectos, y dado que aún resta por licitar y adjudicar dos concesiones viales relevantes para Ñuble, aún existe la oportunidad de escuchar la opinión de los usuarios y vecinos respecto de aquellos aspectos que se deben mejorar o modificar, así como de las obras nuevas que se deben incorporar, algo muy distinto a invitar a grupos de interés a reuniones meramente informativas.
No cabe duda que la modernización de nuestras carreteras es un paso concreto que apunta al desarrollo económico y social de la región, pero esa modernización no estará completa mientras no se aborden las falencias en materia de seguridad y de participación ciudadana, de lo contrario, tendrán que pasar otras dos décadas para que las autopistas sean verdaderos ejemplos de desarrollo.