Una mejor vialidad
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Al analizar distintos indicadores locales de calidad de vida urbana se puede constatar un paulatino mejoramiento de la ciudad en aspectos como condiciones socioculturales, vivienda y entorno, sin embargo el factor que porfiadamente no mejora e incluso empeora es el de la conectividad y movilidad, donde Chillán presenta condiciones que la ubican muy por debajo de otras urbes intermedias de Chile.
Si bien el problema de fondo tiene que ver con que los elementos de planificación urbana no han sido los más adecuados en las últimas décadas, ya sea por contar con un Plan Regulador deficiente, por la presión inmobiliaria que ha generado un crecimiento desordenado y las limitadas capacidades técnicas de los servicios públicos que le ha tocado intervenir en esta materia, también se observan evidentes problemas de gestión del transporte en la ciudad.
Esta desafortunada ecuación que combina un mal sistema de transporte, una precaria infraestructura vial y un crecimiento desordenado, ha convertido a la capital de Ñuble en una ciudad donde desplazarse a ciertas horas es un verdadero dolor de cabeza.
Esta realidad no solo es conocida y sufrida por quienes habitan en Chillán, sino que también por las autoridades locales, razón por la cual se trabaja en la aplicación de un plan de obras que permita abordar todos los aspectos deficientes y subsanar los errores cometidos en el pasado.
Se trata de una tarea difícil y de largo aliento, pero que parece por fin encontrar la suficiente voluntad de la autoridad política local para enfrentar con visión de largo plazo las soluciones de fondo al problema de la conectividad, como las dos circunvalaciones proyectadas y el paso bajo nivel de Parque Lantaño.
Sin embargo, como en muchos otros temas relevantes para el desarrollo armónico de la capital regional, se necesita de trabajo conjunto con los actores privados (empresarios del transporte), cuya ausencia, en el pasado reciente, terminó por jibarizar la planeación original a una reducida batería de medidas, principalmente dirigidas al transporte público, que en términos generales sigue siendo incapaz de ofrecer una alternativa al transporte privado, pues carece de la calidad y de la eficiencia necesaria para hacerlo.
El colapso de la vialidad local exige redoblar los esfuerzos por sacar adelante la batería de soluciones anunciadas, con mayor compromiso de los diferentes actores políticos que deben alentar una planeación financiera especial para enfrentar este rezago, como también mayor severidad en las exigencias para los nuevos proyectos inmobiliarios en cuanto a realizar obras de conectividad, estacionamientos y calles, sin subterfugios como el fraccionamiento de los proyectos habitacionales.
La ruptura del inmovilismo en materia de política de conectividad y transporte, representada por gestión y financiamiento público para proyectos que actualmente se encuentran en distintos etapas de desarrollo, es una positiva señal que debe entenderse solo como el inicio de una estrategia de mayor profundidad y alcance, pues salta a la vista que lo que la ciudad necesita es un proyecto totalizador.