Señor Director:
Los hechos demuestran que el mayor adversario y rival político de la derecha es ella misma. El primer antecedente es que apenas Sebastián Sichel empezó a bajar en las encuestas comenzaron los denominados “descuelgues” en favor de la candidatura de José Antonio Kast. Lo curioso es que Sichel fue quien ganó la primaria del sector (la misma en que Kast no quiso participar) siendo independiente y acatando las reglas del juego impuestas por los partidos del sector. En países serios, con políticos serios, los acuerdos se respetan.
Y el segundo antecedente es que ahora, en vista y considerando el despelote oficialista además de la incerteza en el balotaje, ya hay voces en la derecha que afirman estar disponibles a votar por Yasna Provoste para derrotar a Gabriel Boric, como si votar por Orrego fuera lo mismo que Provoste. Para que quede claro: Orrego es el polo opuesto de Provoste al interior de la DC. Pero aun así, la derecha estaría dispuesta, sin siquiera antes de dar la pelea electoral, de transar sus principios y apoyar a una candidata de izquierda.
Entonces la pregunta es obvia: ¿Cuál es el sentido de tener una derecha que, además de adolecer de vocación de poder, ante el más mínimo temor a ser derrotada es incapaz de defender sus convicciones, sus ideas, sus candidatos, su gente?
En la medida que sigan siendo timoratos y miedosos, entonces que la derecha no se extrañe en seguir siendo vapuleada electoralmente por la izquierda. Porque estos últimos, aún equivocados y nocivos, sí son valientes al momento de defender pactos y honrar sus compromisos.
Rodrigo Durán Guzmán