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Un efecto colateral de la creación de la región de Ñuble, y de las condiciones que se requieren para responder a este nuevo estatus, es la mayor visibilidad que adquirieron nuestras carencias en materia de infraestructura, como los caminos pavimentados, sistemas de agua potable rural y establecimientos y equipamiento de salud en comunas agrícolas.
Pero no ha ocurrido lo mismo con la cárcel de Chillán, que es el principal centro penitenciario de Ñuble, pese a la amplia evidencia que revela que el penal no cumple ningún parámetro para calificarlo como un centro penitenciario de nivel regional. Diseñado y ampliado en 2014 para un máximo de 530 internos, la semana pasada llegó a 700, marcando un record histórico.
Integrada hace dos décadas al largo inventario de promesas no cumplidas, la construcción de una nueva cárcel tiene un sentido de urgencia que ninguna autoridad, ni del nivel central ni local, ha logrado comprender. De hecho, al revisar nuestro archivo de los últimos 20 años, constatamos que se han revisado 15 terrenos, en cinco comunas de Ñuble, que supuestamente cumplían las condiciones para construirla. Pero todos fueron descartados por el rechazo de los alcaldes y comunidades y por el potencial de conflicto social que involucraban.
En teoría, todos estamos de acuerdo con la importancia que reviste la construcción de un nuevo recinto penitenciario, pero cada vez que se ha divulgado la ubicación elegida empieza la repetición altisonante de la consigna que hemos escuchado en los últimos años: “Construyan la cárcel, pero no en esta comuna”.
Es de esperar que no ocurra lo mismo en esta oportunidad, a propósito de la intención del Ejército de ceder al Ministerio de Justicia una parte de las cerca de 300 hectáreas que la institución uniformada posee en el sector de Quilmo, al suroriente de la ciudad, para construir la nueva cárcel regional.
Uno de los argumentos más utilizados apunta al temor de que quienes visitan a sus familiares puedan cometer actos delictuales o sencillamente alterar la paz en los alrededores. Lo anterior, además de tener una fuerte carga de prejuicio, desconoce los avances que hoy tienen el diseño y construcción de penales en materia de seguridad y su relación con el entorno, como también del desarrollo paralelo que pueden generar en materia de comercio y servicios.
El proyecto de un nuevo centro penal para Ñuble merece una discusión informada, aunque es claro que ahora que transitamos en época de elecciones este importante tema puede ser usado con fines electorales por candidatos a quienes les conviene instalar estas alergias en ciertas capas de la sociedad y movilizar a la ciudadanía, posicionándose como supuestos defensores de sus intereses.
Tal forma de enfocar la representación, sin embargo, debe ser rechazada, pues demuestra egoísmo y escasa conciencia sobre el bien común. Es un contrasentido querer reducir la delincuencia y exigirle al nivel central que destine más recursos para combatirla, pero por otro lado, oponerse a la construcción de una cárcel moderna que permita recluir a los infractores de la ley y darles la posibilidad de reinsertarse socialmente.