En los primeros días de marzo pasado nadie creyó que las primeras notificaciones de este virus originado en China fuera a extenderse más allá del primer trimestre, pero la complicación de las cosas ha hecho que todos los primeros seis meses del año queden borrados bajo el nefasto manto del coronavirus que supera los 309.000 contagios en el país y las 6.800 víctimas fatales, donde se incluyen los 2.838 notificados y 37 fallecidos en Ñuble.
Pero la herencia de esta situación inédita aún no se ha asumido en la sociedad: el miedo a las aglomeraciones, el adiós a las multitudes y el pánico al contacto físico, serán los protagonistas de una nueva realidad que cambiará la forma como se interactuará en las empresas, las oficinas y los colegios. Ya en julio, todo esto debería estar más asimilado y las personas, mucho más conscientes de que las cosas cambiaron, más responsables de su propia seguridad.
El asunto es que el séptimo mes del año marca una especie de quiebre que hace ver lejos en el tiempo el comienzo de la pandemia y lejos aún su día final. Es un hito que para los estadísticos se conoce como “punto de quiebre”, en el que las observaciones pasadas sobre cómo serán las cosas en adelante se observa de manera distinta.
El mejoramiento de las condiciones económicas no ha llegado y quizá nunca vendrá. De hecho, solo han empeorado con el paso de los días, pero esa es la nueva realidad. No es “la luz al final del túnel”, es simplemente la realidad.
Si debemos, o no, retornar a la cuarentena debido al aumento de contagios y casos activos, que hoy tienen niveles similares a marzo, seguirá siendo un tema discutible. Pero no se puede olvidar que la fase de aislamiento obligatorio solo es para que el sistema sanitario se prepare para atender la avalancha de casos, en ningún momento es la vacuna, ni siquiera un tratamiento. Por lo tanto, tenemos que recurrir al distanciamiento físico, al uso de máscaras, a los protocolos de bioseguridad y a otras estrategias de autocuidado.
Esta nueva realidad estará marcado por el cambio en actitudes sociales y de comportamiento, en la forma de relacionarse y trabajar, lo cual tendrá un efecto importante sobre la economía y las estrategias que las empresas tendrán que adoptar para sobrevivir.
En lenguaje futbolero, éste sería el comienzo del segundo tiempo del partido, donde la pelota está en el terreno de las personas y el cuidado debe ser individual, eso sí, con la supuesta garantía de que si los contagios llegan a nivel crítico, existe capacidad de atención sanitaria para responder.
En sociedades más desarrolladas que la nuestra, donde han logrado controlar de mejor forma la pandemia y reabrir la economía, el elemento que marca la diferencia es el autocuidado. Cuando se preguntan por qué Alemania, Suecia o Finlandia lo hicieron bien, la respuesta no es la cantidad de dinero que pusieron los gobiernos, sino que la gente se cuidó de no contagiarse ni de contagiar a nadie. Esa la gran enseñanza que hoy debemos difundir para enfrentar el coronavirus.