Cuando en el mes de abril Gendarmería Regional y la Seremi de Justicia lanzaron el programa +R, perfilado a rehabilitar a los internos penitenciarios mediante la capacitación laboral, dieron una de las señales más concretas sobre las coordenadas en que en adelante pretenden plantear el concepto de una cárcel.
“Entonces, pasamos de las antiguas mazmorras a los patíbulos en el siglo XIX, para llegar a las famosas y terribles correccionales que hubo también en Chile hasta mediados de los 80, y finalmente las cárceles como las conocíamos hasta ahora. Menos trágicas, pero aún con muchos problemas que ya estamos decididos a corregir”, dice la seremi de Justicia, Jacqueline Guíñez.
Es la misma autoridad regional quien explica lo que pretenden sea el nuevo modelo carcelario que se instalará en el sector de San Miguel de Ablemo, comuna de San Carlos, anunciado oficialmente como el predio elegido por la Mesa de Cárceles, en Santiago, para este propósito.
“La gente siempre dice que a los reos deberían mandarlos a trabajar a una isla, pues bien, eso es exactamente lo que haremos con ellos, pero en esta isla cercana a sus familias, donde los podrán venir a ver, una isla en la que podrán trabajar para empresas que tienen convenios con Gendarmería, y así, cuando cumplan sus condenas, saldrán rehabilitados e incluso con la posibilidad de salir con trabajo”, sostiene.
Para ello, de las 31 hectáreas del sector de San Miguel, el recinto penal usará siete para el recinto de reclusión que reemplazarán a las cárceles de Chillán, Quirihue y a la de San Carlos, las que completan menos de una hectárea y media. Mientras que las restantes 24 “serán utilizadas para crear escuelas, biblioteca, talleres de construcción, cocinerías, repostería y otros oficios como mueblistas y todo lo que podamos ir incorporando en la medida que más empresas hagan convenio con nosotros”, completa Guíñez.
Dentro de las siete hectáreas habrá celdas y patios segregados conforme a la peligrosidad de los internos. Habrá espacio para salas de terapias psicosociales, dependencias de primera línea para el personal de Gendarmería, salas de visita y espacios para actividades recreativas, y áreas de salud.
Actualmente, en el Centro de Estudio y Trabajo (CET), que se encuentra en el mismo lugar donde se proyecta la cárcel modelo, hay reos trabajando en medio libre, sin medidas de seguridad como rejas ni muros.
Uno de los talleres es el de la fabricación de serchas y paneles de madera, conforme la solicitud de la Constructora Iraira, una de las empresas con convenios.
También hay talleres de elaboración de embutidos y pastelería, fuera de diversas actividades orientadas a la agricultura.
Con este modelo de cárceles, también se pretende favorecer a las Pymes.
“Si hay alguna empresa menor que no cuenta con los recursos, por ejemplo, para contratar mano de obra, se puede acercar a Gendarmería y preguntar por estos talleres, ya que también se cuenta con Sence. Ya desde 1998 la cárcel de Concepción cuenta con empresas dentro y eso le genera un ingreso a la familia de esos reos y alivia económicamente a las pymes”, planteó.
16% de reincidencia
En la cárcel modelo se destinará espacio a las multicanchas y otras actividades al aire libre, a las que podrán acceder aquellos reos que pasen todos los filtros necesarios impuestos por Gendarmería, y que apuntan a la conducta, voluntad de rehabilitarse y deseos de completar estudios.
La seremi aclaró que este proyecto está lejos de ser experimental.
“Esto obedece a una serie de estudios y análisis hechos tanto en Chile como de las experiencias internacionales, acá no nos pondremos a probar fórmulas inéditas”, asegura.
Para Jacqueline Guíñez, “es la reinserción social y laboral, pero real, no solo teórica. Ha sido la fórmula de todos aquellos países en los que incluso se ha tenido que cerrar cárceles por falta de reos”.
En 2011, por ir a lo más cercano, fue la fundación Paz Ciudadana la que publicó una investigación que concluyó que el 51% de los reos que cumplen condena, en los tres primeros años, volvió a delinquir.
En contraste, de los internos que cumplieron condena, pero participaron de proyectos de rehabilitación realizados solo por Gendarmería (sin ayuda del Gobierno ni con convenio con particulares), solo un 33% reincidió.
Mucho menor es la tasa de reincidencia de quienes egresan tras haber cumplido condenas en medios libres (solo el 16%) como el CET de San Carlos, que pese a no contar con cercas, rejas ni muros, solo registran cuatro fugas en todos estos años, y además, todos ellos volvieron luego de manera voluntaria.
“Lo que pasa es que muchos de los reos, ni siquiera completaron la escolaridad, por lo tanto, jamás trabajaron. Para ellos, trabajar era salir tres o cuatro veces a la semana a robar, entonces no conocen los beneficios y la tranquilidad que les ofrece un trabajo remunerado, estable y en paz”, precisa la seremi.
Mujeres y menores
Actualmente se está postulando a un proyecto para que la cárcel de Bulnes se convierta en un centro de reclusión femenino, para ampliar los espacios con que actualmente cuentan las mujeres privadas de libertad en Chillán.
Este proyecto incluiría áreas de lactancia, escuelas, talleres, y espacios recreativos didácticos para niños de hasta los dos años.
En cuanto a los menores infractores, quienes actualmente son enviados al centro de reclusión de Coronel (Región del Biobío), se está viendo la posibilidad de adaptar un recinto Sename que existe en la Población Vicente Pérez Rosales, considerando que la cantidad de internos provisorios oriundos de Ñuble son cada vez menos y actualmente no superan los 20.
El ejemplo del CET
Conseguir una gran cárcel con dinámicas y un acontecer similar al del CET de San Carlos es la meta de esta cárcel modelo.
Conforme al capitán Isaac Falcón, jefe del centro, hay 25 hombres y dos mujeres recluidos en el CET.
“Pero acá se trabaja en base a la confianza y la autodisciplina. Las medidas de seguridad son mínimas, es como cualquier parcela”, precisa.
Se advierte una relación más cercana y directa entre el funcionario y el reo, participando de actividades recreativas en conjunto.
“Acá día a día se trabaja, incluso algunos salen a trabajar a una barraca que está cercana y se habitúan a un horario y a una disciplina laboral, que los deja listos para salir en libertad con las herramientas para ser autovalentes”, dice.
Nunca ha habido hechos violentos al interior.
Familiares y vecinos
Si bien en las casas aledañas al CET los vecinos acusan haber sido víctimas de robos, admiten que “tampoco es más de lo que roban en otras partes”, como lo plantea Emilio Candia, quien vive hace seis años en una parcela aledaña al centro.
Para él, la llegada de la cárcel puede ser positiva. “Solo si nos garantizan seguridad. Es decir, queremos que pavimenten y pongan luminarias, ojalá cámaras y si ponen un retén, mejor aún. Si no hacen nada de eso, nos arruinarán la vida”.
Otros dos vecinos, que solo se presentan como Gabriel e Isabel, tienen opiniones diferentes.
Aplauden la posibilidad de pavimentar, mejorar el camino y las luminarias, pero “una cárcel hace que el lugar se eche a perder, porque nadie se quiere venir a vivir cerca de una cárcel, por seguro que sea”.
Serán los mismos vecinos quienes tendrán mucho que decir, cuando a partir de hoy, se reunan con la seremi de Justicia, en el proceso de socialización del proyecto.
Una oposición que asoma con fuerza también a nivel político, donde el propio alcalde Hugo Gebríe, y el diputado Frank Sauerbaum, han manifestado públicamente que se opondrán a la creación de un megapenal en la Provincia de Punilla.