Los beneficios de los modelos económicos asociativos son conocidos ampliamente, sin embargo, pese a toda la evidencia, académica y empírica, existe un natural rechazo a la asociatividad en la cultura empresarial local, marcada por una fuerte desconfianza.
Una acentuada individualidad que para muchos sigue siendo una virtud, pero que hoy es todo lo contrario a lo que necesitan los empresarios y emprendedores de la Región de Ñuble.
La fuerte concentración de los mercados y el desafío de la internacionalización del sector agroalimentario debería llevar a entender que la asociatividad constituye para un desafío urgente; un imperativo para pequeñas y medianas empresas que quieren tener oportunidades en mercados cada vez más competitivos.
Es por ello que no son pocas las instituciones del Estado que actualmente promueven la asociatividad entre los agricultores mediante la fórmula de lo que han denominado “cooperativismo moderno”, que en términos simples es el mismo cooperativismo que históricamente conocemos, pero sin las desviaciones que en la década del 60 causaron su debacle y también su desprestigio, amplificado posteriormente por el modelo económico neoliberal adoptado por la dictadura militar y cuya centralidad llega hasta nuestros días.
A nivel país, pero sobre todo global, la demanda de volumen es tan significativa que de manera individual siempre será muy difícil. De igual forma, la asociatividad permite enfrentar los riesgos de mejor forma, así como reducir -o diluir- los costos fijos de acuerdo a las economías de escala.
Lamentablemente, asociarse no es algo que esté internalizado por nuestros agricultores. En ello se conjugan factores como la desconfianza, el individualismo y la idiosincrasia. Pese a ello, muchos de los prejuicios son derribados cuando los productores, conscientes de sus debilidades, aceptan ser parte de un proyecto colectivo y obtienen beneficios por ello.
Las debilidades de la economía local son muchas y entre ellas la atomización del sector agrícola es una de estatura mayúscula. Por lo mismo, el modelo cooperativo prácticamente es el único camino viable para crecer.
Es tiempo de revalorizar el cooperativismo como una valiosa herramienta de desarrollo y mejoramiento social. En este particular capítulo de la historia de Ñuble, el aporte de estas formas organizacionales que se salen del modelo neoliberal puede ser de inestimable valor para generar capital social y también producir riqueza y bienestar.
La asociatividad y el cooperativismo no son la solución a todos nuestros problemas, pero son alternativas de organización económica con gran potencial en Ñuble, que pueden dibujar un futuro distinto para la nueva Región.