Tras años de espera, se suponía que el regreso de Richard Branson de su viaje espacial este mes en una nave de Virgin Galactic sería algo triunfal.
Pero la excursión levantó interrogantes sobre su impacto ambiental.
Con Jeff Bezos listo para lanzarse en un cohete de Blue Origin el 20 de julio, y SpaceX, de Elon Musk, planeando una misión orbital civil para septiembre, la naciente industria del turismo espacial se ve confrontada a una serie de cuestionamientos.
Por el momento, los lanzamientos de cohetes no tienen una frecuencia suficiente como para contaminar significativamente.
“Sus emisiones de dióxido de carbono son totalmente insignificantes en comparación con otras actividades humanas o incluso la aviación comercial”, dijo a la AFP el principal asesor climático de la NASA, Gavin Schmidt.
Pero algunos científicos están preocupados por la posibilidad de afectaciones a largo plazo, en particular sobre la capa de ozono.
Virgin Galactic, criticada por enviar a su multimillonario fundador al espacio por unos pocos minutos en una nave espacial devoradora de combustibles fósiles, señala que sus emisiones de carbono son equivalentes a un viaje entre Londres y Nueva York.
La compañía “ya ha tomado medidas para compensar las emisiones de carbono de sus vuelos de prueba y está examinando oportunidades para compensar las de futuros vuelos de clientes y reducir la huella de carbono de su cadena de suministro”, indicó en un comunicado recibido por la AFP.
Sin embargo, mientras los vuelos transatlánticos transportan a cientos de personas, las emisiones de Virgin rondan las 4,5 toneladas por pasajero en un vuelo de seis personas, según un análisis del astrofísico francés Roland Lehoucq y colegas publicado en The Conversation.
Ello representa más del doble del total anual de carbono por individuo recomendado para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París sobre cambio climático, informó agencia AFP.