Competir como destino turístico no solo supone contar con recursos, también implica buscar los elementos diferenciadores del destino y su público meta. Es decir, la motivación esencial del viaje y el perfil del visitante al que le haremos esa oferta.
Este proceso no es planificado desde el sector público, aunque sí en algunas etapas ha tenido miradas estratégicas, algunas que han logrado proyectarse, mientras otras se han desvanecido como consecuencia de ciclos políticos y ese lamentable afán de borrar lo realizado por la administración anterior respectiva.
Como sea, el principal engranaje de la industria turística de Ñuble, el sector privado, está construyendo su identidad, buscando –probablemente sin saberlo- su atributo principal y definiendo las características de este destino, que tiene a la naturaleza como su recurso primario y a la ubicación de esta zona como su característica central.
En cuanto al público meta, lo primero que hay que tener claro es que quienes nos visitan, unas 300 mil personas al año son, en su mayoría, turistas nacionales. Estos aumentan en verano y superan el 95%, mientras que en invierno, cuando aumenta la presencia de extranjeros, llega a más del 85%.
Resulta evidente que el grueso de los pasajeros que llegan a los destinos de la región es chileno y hacia allá deberían destinarse los esfuerzos de promoción que permitan sostener sin decaimiento la atracción para el turismo interno, que debería potenciarse dada la tendencia imperante desde la aparición del covid-19, que ha mermado significativamente las salidas al extranjero.
Material hay de sobra. Nuestra geografía diversa, la Cordillera de los Andes, el litoral costero y el Valle Central, junto a la cultura y nuestra gente, producen uno de los mix más variados y atractivos de Chile, con una ventaja comparativa importante, como es la cercanía, de modo que en cuestión de horas el visitante puede pasar de los imponentes paisajes montañosos de las Termas de Chillán, a la tranquilidad y confort de Cobquecura y Buchupureo.
Pero también tenemos debilidades y serias. Además de falencias en infraestructura, hay cuestiones intangibles, asociadas a aspectos culturales, como las dificultades de acceso a la información (marketing y señalética), la dispar calidad de los servicios (comodidad, higiene, idiomas) y la preocupación por la protección ambiental de los destinos, tanto en la costa como la cordillera.
Estas debilidades son un gran obstáculo para el desarrollo del turismo local y pese a que requieren una menor inversión que las mejoras en infraestructura, parecen mucho más difíciles de superar.
La Región del Ñuble reclama que el turismo local pase a una segunda fase de desarrollo y resuelva estas deficiencias con una visión estratégica de mediano y largo plazo. Solo así podrá lograr la sustentabilidad ambiental y económica que necesita el sector, lo mismo que un concepto de servicio que involucre no solo a los empresarios del rubro y autoridades, sino que a la sociedad en su conjunto.