Desde el punto de vista de las expectativas, ésta es sin duda una de las mayores crisis sanitaria y social que han debido enfrentar los ñublensinos en las últimas décadas, y a la luz de las proyecciones, también lo será en materia de inversión, ingresos y empleo.
La pandemia empujó la tasa de desempleo en la región de Ñuble a un 12,1% en el trimestre mayo-julio, una cifra mayor al 11,2% del trimestre anterior y también 1,8 puntos superior al mismo periodo del año pasado.
De acuerdo al informe, el aumento anual en la tasa de desocupación se debió al retroceso de los ocupados, que en los últimos 12 meses disminuyeron en 16,4% (de 213.600 a 178.640), es decir, en un año se perdieron 34 mil 960 empleos en la región.
Como ya es tradicional, el panorama es mucho más negativo para las mujeres, pues la tasa de desocupación femenina fue 13,5% (alza de 1,6 puntos), en tanto, la tasa masculina consignó un 11,3% de desempleo (subió 2,2 puntos).
Según tramo etario, el descenso anual en los ocupados estuvo incidido principalmente por el segmento de 35-54 años, que presentó un decrecimiento de 14,1%. Por categoría ocupacional, asalariados formales (-11,1%) y asalariados informales (- 25,0%), fueron las principales categorías que incidieron en la disminución de los ocupados, equivalente a 13.473 y 7.826 ocupados menos, respectivamente.
Un dato nuevo en esta entrega fue la variación de ingresos revelada por los encuestados, dando cuenta que un 34,9% declaró una disminución y un 55,8% los mantuvo, mientras que apenas un 1,7% consignó un aumento. En cuanto a la magnitud en la reducción de ingresos percibidos versus los ingresos habituales, de las 62.423 personas que declararon una disminución, el 36,3% recibió menos de la mitad de su ingreso habitual; el 27,1%, la mitad; y el 21,8%, más de la mitad.
Todos sabemos que no hay crisis financieras sin víctimas y también sabemos que la economía está profundamente interconectada, de tal manera que un cambio en un sector afecta directa e indirectamente a los demás sectores productivos y por ende a los ingresos de la población.
Las personas no solo necesitan protegerse y cuidarse del virus, también tienen que satisfacer sus necesidades básicas insatisfechas a través del acceso a recursos disponibles en su entorno. Están muy bien las ayudas que ha puesto el Gobierno a disposición de los más necesitados, pero la economía real va más allá de recibir una canasta familiar básica; la gente necesita intercambiar productos y servicios en mercados otrora invisibles que nada tienen que ver con el contacto físico, sino con la idea virtual de que se es útil y productivo.
La emergencia sanitaria ha incrementado la incertidumbre y el pesimismo en materia económica que se instaló en Ñuble a partir del estallido social, que se refleja, por ejemplo, en las decisiones de inversión de largo plazo, pero también ha levantado la preocupación por demandas que siguen pendientes, como la calidad de la salud pública, el empleo, los salarios y la conectividad digital, que son determinantes en la forma como las familias pueden afrontar los desafíos que esta crisis representa.