El informe que acaba de entregar la Superintendencia de Pensiones (SP) revela un sombrío escenario del empleo, luego de dos meses de impacto de la pandemia en Chile.
Las cuarentenas han paralizado sectores enteros y disparado los índices de desocupación. Según la SP, 503.602 trabajadores han entrado en receso y 86.070 empresas -con una plantilla total de más de 593.600 personas-se han acogido a la legislación, alegando no poder pagar los salarios. Comercio, turismo y la construcción son los sectores más impactados.
Estos datos no abarcan a los trabajadores del sector informal de la economía. Según cálculos del Instituto Nacional de Estadísticas chileno (INE), 28,6 por ciento de los laborantes informales están actualmente desocupados.
No debe sorprender a nadie que una economía confinada por más de dos meses empiece a caer y a llevarse las empresas y los empleos con ella. El Gobierno ha destinado importantes recursos a varios millones de hogares, pero lo cierto es que las empresas, en especial las mipymes, que generan el 80 por ciento del empleo en la región, están en estado de emergencia, cada vez más inquietas por la lentitud e ineficiencia de los programas de ayuda anunciados por el Ejecutivo. La decepción por los créditos Fogape con garantía del Estado, crece día a día. Los también llamados “créditos Covid”, han resultado ser un monumento a la burocracia y letra chica, coinciden en la Multigremial de Emprendedores, lo mismo que en la Cámara de Comercio de Chillán y la Asociación de Agricultores de Ñuble.
Ñuble muestra hace un buen rato los efectos de la crisis, como la abrupta caída en las ventas del comercio y el despido masivo de trabajadores en los rubros hotelero y de restaurantes, el cierre de empresas y la paralización de faenas en la construcción. Según han estimado expertos, la reducción de la actividad económica, que ya estaba resentida por el estallido social, destruirá más de 25 mil empleos en la región.
Todo indica también que esta crisis aumentará la pobreza y acentuará las brechas en nuestra sociedad. Si tomamos como referencia la encuesta Casen 2017 se confirma que el desempleo afecta de manera más fuerte a los más vulnerables. Ese año la tasa de desempleo general era de 7,8%, sin embargo, en el 10% más pobre esta ascendía a 29%. Al mismo tiempo, esta crisis sanitaria golpea más fuerte a quienes tienen un peor estado de salud y este fenómeno también es mucho más prevalente en el grupo de menores ingresos.
Este escenario que no tiene precedentes, nos lleva a una reflexión profunda. Volver a un modelo con las restricciones, aciertos y errores, que se tenía antes del virus va a costar mucho esfuerzo, endeudamiento y lágrimas. Cambiar de modelo también, mientras se logran ajustes y se crean condiciones para que empresarios vuelvan a invertir y aparezcan nuevos empleos que reemplacen a los anteriores. Las disrupciones vienen por todos lados y no podemos desviar la mirada. El drama económico y social puede llegar a ser más grave que la crisis sanitaria por el coronavirus, y durar varios años. Equivocarse en esto traerá más muertos por hambre y miseria que la pandemia misma.