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La semana pasada (29 de junio) se cumplieron 13 años desde que la Unesco declarara como reserva de la biosfera una vasta zona entre Nevados de Chillán y Laguna del Laja. Un corredor biológico de 572 mil hectáreas, que en Ñuble atraviesa las comunas de San Fabián, Coihueco, Pinto, El Carmen, Pemuco y Yungay, hasta la comuna de Antuco, en la Región del Biobío.
Se trata de una gigantesca reserva de biodiversidad, con una muestra representativa de lo que se considera un área de transición ecológica, en el límite de dos ecosistemas en peligro: el matorral mediterráneo de Chile central y el bosque lluvioso valdiviano. Esas características le confieren que sea considerado clave a escala de paisaje y ecosistemas y desde hace 9 años sitio prioritario de conservación de la biodiversidad a escala nacional y global.
Tal declaratoria que persigue conciliar la conservación de la diversidad biológica con la búsqueda de un desarrollo económico y social ambientalmente sostenible, entendiendo que si se degrada, no solo sufrimos una pérdida ambiental, sino que se daña un recurso fundamental para el desarrollo de comunidades donde viven y trabajan más de 8 mil personas.
Justamente por ello, la gestión de este hermoso territorio no solo debe considerar la conservación, sino también el desarrollo productivo, pero en condiciones de lo que es estrictamente sustentable, incluyendo al turismo y actividades agrícolas de bajo impacto.
Eso es precisamente lo que ha estado haciendo la Universidad de Concepción desde hace un año, a través de un proyecto FIC que es financiado por el Gobierno Regional, donde ha incluido a las comunidades en los objetivos conservacionistas de este territorio de alta riqueza biológica, integrándolas al plan de protección del huemul, a la gestión de los residuos sólidos y a la promoción del emprendimiento y el desarrollo productivo. Ya hay algunas experiencias interesantes en materia de eventos, como una feria costumbrista en el sector Las Lumas, en Coihueco, mientras que a nivel de productos destacan avellanas y miel que podrían ser identificadas y denominadas con un sello propio de origen, agregándoles valor su condición de ser producidas en una zona con características ambientales especiales.
Conviene seguir con atención estas y otras acciones para garantizar el uso sustentable del territorio, procurando el desarrollo de las localidades inmersas en él a través de intervenciones que protejan sus ecosistemas, hoy amenazados por la presión inmobiliaria, embalses, proyectos energéticos y numerosas inversiones privadas que los pueden dañar de forma irreparable.
Igualmente, este año también habrá que poner atención en el interés y definiciones que las autoridades -y aquellos que aspiran a serlo- tienen sobre este tema y el lugar que le asignan en la futura política ambiental regional a esta extensa área que posee una rica biodiversidad, única en Chile.