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Prácticamente terminado se encuentra el Plan de Gestión de la Biósfera para la amplia zona que va desde Nevados de Chillán y Laguna del Laja y que fuera declarada como zona protegida por la Unesco hace ya ocho años.
En enero de 2018 y tras un proceso de licitación, el Centro de Ciencias Ambientales EULA-Chile de la Universidad de Concepción, se adjudicó la ejecución del instrumento de planificación que tiene como propósito promover el desarrollo sustentable del rico territorio considerado como Corredor Biológico.
Gerardo Azócar García, director del proyecto por parte de Eula, confirmó que el informe final fue derivado al Gobierno Regional del Biobío, que es la entidad mandante de esta iniciativa que considera a dos comunas de esa región y a seis de Ñuble.
La importancia del texto radica en que, con este se comprometería al Estado a promover el uso sustentable del territorio natural, procurando el desarrollo de las localidades inmersas en él a través de intervenciones que protejan los recursos ambientales existentes.
Asimismo, se garantizará la conservación del área de 572 mil hectáreas rica en flora y fauna, que se extiende por ocho comunas cordilleranas de las regiones de las cuales Antuco y Tucapel son de Biobío y en Ñuble, San Fabián de Alico, Coihueco, Pinto, El Carmen, Pemuco y Yungay.
La Reserva creada el año 2011 tiene una superficie de 572.423 hectáreas, comprende la Reserva Nacional Huemules de Niblinto (2.043 has.),la Reserva Nacional Ñuble (81.894 has.), el Santuario de la Naturaleza Huemules de Niblinto (6.983 has.) y el Parque Nacional Laguna del Laja (11.991 has.).
Gerardo Azócar, académico de la Facultad de Ciencias Ambientales y coordinador de la Unidad de Planificación Territorial y Sistemas Urbanos de Eula, destacó que el informe de unas 90 páginas fue desarrollado tras unos nueve meses de trabajo y consideró entre otras cosas 12 talleres participativos y entrevistas con representantes de los territorios y autoridades, lo que permitió identificar los principales ejes del territorio.
Toda la información recolectada por la entidad, agregó el doctor en Ciencias Ambientales, permitió entre otras cosas, generar una cartera de inversiones que deberán ser enfrentadas por el Estado y los gobiernos regionales de ambas regiones.
En estos momentos, el informe emanado desde Eula se encuentra siendo analizado por Biobío, que debería realizar observaciones que posteriormente serán respondidas por el ente ejecutor.
En el transcurso del análisis, planteó Azócar, surgieron algunos elementos fundamentales que deberán ser abordados para el desarrollo del territorio como son inversiones en Agua Potable Rural, conectividad, conservación de recursos naturales, monitoreo ambiental, además de programas socio productivos, Educación y promoción ambiental e infraestructura.
Adicionalmente, es posible que el territorio pueda tener asociado un sello de origen de tal manera que determinados productos tengan asociado el nombre de la zona Nevados de Chillán Laguna del Laja y Reserva de la Unesco.
Asimismo, en el informe proponen potenciar el plan de fiscalización de actividades que se ejecutan en la zona como la pesca furtiva, cosecha de especies forestales y se potencie en general las acciones vinculadas al Servicio de Evaluación Ambiental.
Para el doctor y académico, la zona de protección permite el desarrollo de actividades productivas, en la medida que se respeten las normativas ambientales ligadas a la conservación y sustentabilidad del territorio.
En este sentido, esta amplia área del territorio de las dos regiones ha sido visualizada por empresas eléctricas para generar una serie de proyectos de generación de energía y además es el foco de empresas inmobiliarias.
Agenda multisectorial
El geógrafo, Pablo San Martín, ha estudiado el lugar desde hace muchos años por lo que conoce en profundidad sus recursos, su potencialidad y sobre todo la necesidad de que se ejecuten acciones concretas para protegerlo.
El estudio, que realiza el Eula, destacó el profesional de la Universidad de Chile y actualmente profesional de la Subdere en Ñuble, “es la base de lo que será el Plan de Gestión de la Reserva de la Biósfera, esto es, una agenda de trabajo que permitirá tener una cartera de proyectos que fortalezca el desarrollo sustentable de su territorio, es decir, que los recursos existentes en el área sean aprovechados, pero de una manera que asegure su existencia, su beneficio para la población del territorio y para las generaciones futuras”.
San Martín, sostiene que en el área estudiada es posible ejecutar muchas actividades de todo orden, dentro de las cuales destacan el turismo y otras ligadas a la actividad silvoagropecuaria.
“Aquí cabe el turismo de intereses especiales, la pequeña ganadería, el uso del bosque nativo (desde madera, leña, frutos, entre otros), la generación de energía a escala apropiada, la apicultura, los cultivos de montaña, por mencionar algunos, con reconocimiento de la cultura local (arrieros por ejemplo) y respeto por las comunidades locales”, subrayó.
Con esta agenda de trabajo que está en proceso, esta Reserva de la Biósfera, que es la décima y última declarada en Chile, será la única en el país que tendrá el mínimo de condiciones que pide Unesco para funcionar en norma.
Este territorio, considerado como de montaña andina, es el último donde subsisten especies que son patrimoniales y que generan bienestar a otra actividades.
Aquí, remarca San Martín, “se genera el agua y una rica biodiversidad, que ofrece muchos usos potenciales que aún ni siquiera han sido descubiertos, como en salud, por ejemplo”.
El profesional, pone de relieve que “del cuidado y protección del bosque nativo dependen la cantidad y calidad de las aguas que se utilizan más abajo o la belleza paisajística, que es un enorme recurso que no es muy valorado por nosotros, los habitantes de la región, pero que implican oportunidades de calidad de vida e ingresos económicos” a través del turismo.
Del mismo modo, agregó, “varios elementos del ecosistema son, en sí mismos, protectores ante amenazas provenientes de la alta dinámica geofísica que presenta el territorio de montaña, que se caracteriza por altas pendientes, nieves temporales y volcanismo”.
Para San Martín, Unesco no reconoce a este espacio como un área protegida y tampoco es un gran parque nacional. Lo que ocurre es que esa entidad internacional, “acepta la postulación de un Estado para que un territorio que contiene valores ambientales y comunidades humanas dentro de él, sea reconocido como un lugar de importancia mundial para que se experimenten iniciativas de desarrollo sustentable”.
Desde esta perspectiva, aquel organismo, “espera que las Reservas de la Biosfera en el mundo puedan dar luces, señales, esperanzas, que el desarrollo sustentable es posible y que los recursos sean aprovechados por los habitantes, pero que no se haga de manera depredatoria ni con un interés inmediatista”.
En este sentido, se espera que los beneficios de ese aprovechamiento sirvan para que esas comunidades mejoren su condición material y que las generaciones futuras también puedan verse beneficiadas con recursos como agua, bosque, biodiversidad, belleza, prácticas agrícolas y ganaderas de bajo impacto, entre otras.
“Si Ñuble logra producir un desarrollo distinto en la cordillera, donde se reduzca gradualmente la pobreza y la precariedad, pero conservando lo que queda de nuestro rico patrimonio, entonces estaremos en el camino correcto”, subrayó San Martín.
En tanto, el ingeniero ambiental Juan Luis Novoa, sostuvo que el instrumento de planificación que ejecutó Eula, “es el documento guía para comenzar a desarrollar las acciones en el territorio de la reserva. Con esto los gobiernos regionales de Biobío y Ñuble, deben establecer y priorizar en sus políticas públicas los proyectos, planes y programas según las necesidades de las distintas comunidades que habitan el territorio” que busca ser preservado y normado para asegurar la sustentabilidad.
Novoa agregó que este Corredor Biológico “debe ser protegido, pues es único en el mundo, ya que presenta una rica biodiversidad”. En ella, por ejemplo, existe una pequeña colonia de huemules que es monitoreada por Conaf para asegurar su subsistencia.