Señor Director:
El Taller de Alfareritos de la Escuela Quinchamalí, creado hace muchos años por la visionaria maestra Maritza Elizalde, está ahora en la palestra y a mi entender con justa razón. A nadie le gusta que le pasen a llevar. Mucho se habla que hay que dar paso a la juventud para tomar responsabilidades, es cierto, pero también es cierto que las personas que toman decisiones deben aplicarlo con el criterio que merece y este precisamente estuvo ausente.
¿Quién puede llegar a una casa de visita y dar órdenes pasando sobre la dueña de casa? Las monitoras hicieron sentir su molestia, pero parece que siempre las verdades incomodan. Lo que corresponde es una disculpa pública o privada de la encargada de la Unidad de Patrimonio a las dos alfareras encargadas de enseñar la tradición y a los niños que ilusionados pensaban, en su inocencia, que serían entrevistados y saldrían en “la tele”
Mª Eugenia Uribe Casanueva