Levantarse cada día, a eso de las 4.30 horas de la madrugada. Llegar a trabajar a la intemperie, en un lugar sin techo que proteja de la lluvia ni de la caída de las heladas que dejan las manos torpes y agrietadas.
Y con esas mismas manos armar toldos, repisas, cargar y descargar mercadería…

