La preocupación por el sobreendeudamiento que sufren muchas familias en Ñuble se explica en buena parte por los bajos salarios y el alto desempleo, pero también por altos niveles de consumo y falta de cultura financiera.
En la segunda región más pobre de Chile es un tema que hay que seguir con mucha atención, pues tiene un profundo impacto social, al concentrarse en las familias pertenecientes a los deciles de ingresos más bajos y con mayor número de integrantes. Son personas que se sobreendeudan para subsistir, que no alcanzan a llegar a fin de mes. En Chillán son muchas.
Para los especialistas, la alta morosidad que se registra en la zona, si bien se asocia al desempleo o a eventos que llevan a la cesación de pagos, tiene como principal factor el comportamiento de consumo, donde la llamada “bicicleta financiera”, en que se usa una tarjeta para pagar la deuda de otra, se ha convertido en un ciclo sin fin, altamente vulnerable a imprevistos cada vez más frecuentes en un mercado laboral frágil e inestable como el nuestro.
De esta forma, la deuda es casi una extensión salarial, un fenómeno muy común en Chillán, donde para muchos el bajo salario se ha ido compensando con accesos a créditos de consumo. Eso implica que para muchas familias el cupo crediticio (línea de crédito y cupo de tarjetas) es considerado como parte de sus activos y la gimnasia financiera parte de la vida cotidiana.
Hay un gran determinismo detrás de este cuadro. La precariedad o el estancamiento salarial son factores muy influyentes, como también lo es un sistema cultural construido a partir de la privatización de servicios sociales básicos. De hecho, mucha gente que está en una condición económica ajustada prefiera seguir pagando por bienes y servicios privados, que irse por la vereda de lo público.
Existe lo que podríamos llamar un pensamiento unidireccional con respecto al tema, sin embargo, conviene advertir que hay también otras razones para el sobreendeudamiento: deudas que se contraen para vivir por encima de las posibilidades, creando un mundo de ficción que no tiene correlato con lo que se gana por mes.
Con esta claridad, conviene entonces atender a las dos dimensiones del problema. Desde el punto de vista estructural, las vías de solución pasan por aumentar los montos de las asignaciones familiares, elevar el salario mínimo y dotar de mayor transparencia al mercado financiero. A nivel individual, en tanto, conviene partir por un acto elemental como es clarificar la situación financiera. Negar la realidad por la vía de la “desprolijidad financiera” es el primer y mayor error. Y segundo, eliminar los vehículos de acceso al crédito inmediato, como las tarjetas o los préstamos automáticos y si se cuenta con varias tarjetas, la recomendación es quedarse solo con una. Puede costar en un principio, pero es la única manera de frenar el aumento de los pasivos.
Nadie quiere vivir tapado por deudas. Nadie quiere sentir angustia todos los meses cuando llegan los resúmenes de las tarjetas de crédito. Nadie quiere estar en Dicom. Pero para que ello ocurra se necesita fuerza de voluntad para resistirse al embate consumista y sobre todo, aumentar la cultura financiera para entender los distintos tipos de deuda que debemos evitar.