Es difícil imaginarse qué peores vecinos se puede tener que aquellos que hacen fiestas cada noche, los que venden drogas, o vecinos agresivos. Y la respuesta, quizás sea una: tener por vecinos a decenas de ratas.
Todo ese catálogo de pesadillas suelen ser parte de una realidad poco visibilizada y no mucho más asistida por parte de las autoridades, pero que padecen cientos de chillanejos, en especial en los barrios más poblados, en los más antiguos y- como siempre- los más pobres.
En busca de mensurar o cuantificar este problema, es que la presencia de las “incivilidades” como se le dicen a todos estos conflictos situacionales, estructurales y sociales, tanto la Municipalidad de Chillán como el Gobierno, a través de su encuesta Enusc, de seguridad pública, estableció ciertos parámetros y tablas estadísticas en la capital de la Región de Ñuble.
En ellas se puede advertir que la presencia de sitios eriazos, presencia de perros vagos y de personas bebiendo alcohol o drogándose en las calles, son las que más quejas reúnen y más se repiten.
“Y esto es un problema de años, no es necesariamente un cúmulo de situaciones pasajeras que se hayan dado por algo puntual. No, se trata de cosas por las que ya cada junta de vecinos, a través de sus representantes, le han hecho saber a las autoridades municipales, a Carabineros y a quién sea, pero es muy poca la respuesta que se recibe”, dice la presidenta de la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Chillán, Cecilia Henríquez.
La dirigenta establece, por otro lado, la existencia de un dinámico círculo vicioso en la creación de estos focos de incivilidades, en el que los mismos vecinos figuran como causantes, “pero muchas veces es porque ante la presencia de ciertos problemas, y ante la poca respuesta municipal, ellos mismos tratan de arreglar los problemas y causan otros, incluso peores”.
A modo de ejemplo, cita que muchos de los microbasurales que se advierten en la comuna, inician como un montón de ramas podadas por los propios vecinos. Luego, no se toman la molestia de deshacerse de ellos, y junto con las ramas empiezan a aparecer las bolsas, escombros y otros desechos. “Entonces las personas los toman por basurales y van a botar las cosas ahí. Pero eso lo hacen después de que ya han dado aviso de que las ramas están tapando las luminarias o empezaron a levantar los cables del alumbrado, y como ven que nadie viene a hacer nada, lo tratan de hacer ellos mismos”.
Las veces que han ido a plantear estos problemas al municipio, “porque sí hemos ido, nos dicen que hay un calendario de trabajo que están siguiendo. Pero la verdad es que nunca hemos visto ese calendario, nadie nos ha informado de fechas, rutas ni nada, entonces si es que existe ese calendario, sería bueno que pudieran compartirlo con las juntas de vecinos para tener claro cuándo van a ir a arreglar esos problemas”, añade.
Mucho más sensibles
Cuando se le exhibe la lista de “incivilidades” recogidas por el equipo encargado de la encuesta Enusc, a la presidenta de la junta de vecinos de la Villa Monterrico, María Cecilia Fuentes, dice “buhh… todo eso que me nombraste pasa aquí en mi barrio”.
Tras años en la dirigencia, siente como una verdad indiscutible el que “todos los problemas que se dan acá es por culpa de los sitios eriazos que hay en el sector. Son muchos y muy grandes, pero como pertenecen a particulares, la municipalidad no puede intervenirlos No pueden cerrarlos, limpiarlos, desmalezarlos y menos llegar y construir algo en beneficio de la comuna. No pueden hacer nada y los dueños irresponsables, nunca aparecen ni se hacen cargo de ellos”.
La dirigenta recuerda que, precisamente, fue en uno de estos sitios eriazos donde el año pasado una vecina de 52 años, quien sacó a pasear a su perro cerca de las 20.00 horas de un día de junio, fue abordada por un hombre quien la llevó a este el peladero y la violó.
“Ahora, con todo esto de la pandemia, que la gente está mucho más sensible, es triste saber que no se puede salir mucho, que hay que andar con cuidado, que ya la gente que vende drogas anda en todas partes y si a eso le sumas que hay muchas paredes con grafitis, muchas personas durmiendo en la calle, en los sitios eriazos, basurales y tantas otras cosas, la verdad es que vivir así es deprimente. Hay que vivir aquí para entender y sentir lo que estoy diciendo”, sostiene.
Según refiere, algunos de estos sitios eriazos o de interfaces suelen ser una amenaza de incendio cada verano, en especial para las casas colindantes. También comenta que suele verse arrojados en ellos desde basura orgánica doméstica hasta muebles, colchones y artefactos de vanitorios.
“Hay uno que debe ser como del área de una cuadra completa y que conecta con Avenida Nueva Oriente. Yo misma le dije al alcalde que por favor se contactara con el dueño, porque sé que lo conoce. Pero cuando lo trató de hacer, le dijeron que, como es ya un señor mayor, estaba muy enfermo y que se lo llevaron a Santiago. Entonces siempre hay una excusa, siempre es la falta de voluntad de alguien la que nos tiene viviendo así”, critica la dirigente.
Con miedo a los “andantes”
Cuando se consulta en la Unión Comunal de Juntas de Vecinos de Chillán, por cuál es el sector que probablemente se encuentre con los problemas de incivilidades más críticos en la comuna, la respuesta no se hace esperar mucho rato: el barrio Estación.
“El gran problema es que acá vive mucho adulto mayor, gente que ya no está en condiciones de salir a reclamar ni hacer denuncias. Menos por WhatsApp. Entonces, no pueden ni advertir que tienen problemas todos los días por causa de estas famosas incivilidades”, dice la presidenta de la Junta de Vecinos del barrio Estación, Mirta Morales.
Una vez más, son esos sitios eriazos tan grandes como para meter una cancha de fútbol, en la que normalmente se ve a gente viviendo ahí. Son los ruidos en las noches, los artefactos de propiedad pública que están vandalizados, los muros rayados y la presencia de perros vagos, todo aquello con lo que deben convivir cada día.
“Pero también la gente vive con miedo acá y esto se debe a que ha llegado mucha gente a armar sus ranchas o a instalar sus carpas aquí. A veces, las ponen detrás de las casas y esa gente siempre pasa por fuera mirando, se suben al paso nivel a mirar lo que hay en nuestros patios y esperando una oportunidad para meterse a robar. Ya son hartos los vecinos los que me han dicho que se les están metiendo estas personas en las casas”, advierte la dirigente.
Un grupo de estos “andantes” como los bautizaron, incluso se metió a una casa abandonada que queda en calle Eduardo Parra, y según detalla, comenzaron a vender drogas ahí, hasta que en un procedimiento policial, Carabineros logró desalojar la casa.
“Pero ahora esa casa está llena de ratones, porque su dueño no apareció más y nunca le ha hecho mantenciones. Esto es algo que se ve mucho por acá, casas sin gente que se llena de ratas, entonces, imagínese cómo viven esos vecinos. Porque aunque vivan echando veneno, poniendo trampas o adoptando gatos, los bichos siguen ahí, no se mueren con nada”, explica.
Ni reclamos ni juicios
De manera constante y periódica las autoridades encargadas de la seguridad pública invitan a las personas a denunciar los delitos y situaciones de riesgo que adviertan en sus barrios.
Y aunque se aclara que no necesariamente la denuncia terminará con personas detenidas y el problema del denunciante resuelto, sí le sirve a Carabineros y al municipio para realizar un estudio situacional o delictual suficientemente detallado como para orientar de manera eficaz sus recursos y así trabajar de manera preventiva.
Sin embargo, esa invitación a “ser parte de la solución” que se le hace a los vecinos, no siempre se puede concretar con facilidad.
“Hay un WhatsApp de denuncia que nos dieron. Pero cuando tú mandas un mensaje, por ejemplo, acusando que en una casa se venden drogas, te preguntan el nombre del vecino, la dirección y ubicación exacta del lugar y una serie de otros datos que casi nadie que denuncie podría tener. Si no das los datos completos que te piden, entonces no pueden venir a ayudarnos”, objeta Cecilia Henríquez.
“Y cuando tú llamas a Carabineros para denunciar otras incivilidades, te dicen que para eso está el fono denuncia o el WhatsApp. Y así se completa el círculo y nunca pasa nada”, añade.
Si alguien hubiese supuesto que por el toque de queda y las cuarentenas, las incivilidades originadas por desórdenes, peleas, gritos o consumo de alcohol en la calle pudieran haber bajado, se estaría solo medianamente en lo cierto.
“Ahora esa misma gente hace las mismas cosas, pero dentro de las casas. Por eso hoy hay tanto reclamo por ruidos molestos y otros conflictos entre vecinos. No todos denuncian y es evidente el porqué”, cierra Cecilia Henríquez.
Por otro lado, cuando se trata de barrios con mucha presencia de adulto mayor, quienes suelen ser también parte de la dirigencia vecinal, “usted no va a encontrar a nadie que esté ni con la disposición ni con el tiempo para ir a denunciar al Juzgado de Policía Local. ¿Qué sacamos? Si ni tenemos tiempo para andar en juicios ni audiencias, ni tampoco nadie nos asegura que vamos a arreglar nada así”, observa Mirta Morales.
Reuniones semanales
Desde la oficina regional de coordinación de Seguridad Pública de la Intendencia, admiten que en efecto, el problema de las incivilidades es complejo y que afectan a la sensación de seguridad que puedan tener los vecinos.
“Hemos creado y constantemente analizando muchas estrategias para dar solución a la mayor parte de esos problemas, se ha ido incorporando a la comunidad en cada una de ellas”, dice Alan Ibáñez, encargado de la oficina regional.
El coordinador admite mucha fe en lo que la nueva tecnología de televigilancia móvil (drones) más una serie de cámaras de alta resolución próximas a instalarse en la región puedan contribuir a aminorar estos puntos de conflictos sociales.
“Este proyecto apunta a tener barrios más tranquilos y poco a poco ir sacando estas incivilidades para que podamos ir devolviéndole la tranquilidad a nuestros vecinos”, añade.
Además, la autoridad recuerda que con la recientemente promulgada Ley que hace obligatorias las presentaciones de los análisis de la plataforma STOP, de Carabineros, y que deben realizarse de manera semanal, se comenzará a invitar a los dirigentes vecinales, por lo que se espera que en tales ocasiones, ellos puedan informar a Carabineros sobre estos problemas.
De esta manera, además, se espera ir disminuyendo la llamada “cifra negra” de denuncias.
Uno de los objetivos es que con estas reuniones semanales, se pueda emular el trabajo realizado entre la Subsecretaría de Seguridad Pública y sus representantes regionales, con los municipios, “pero esta vez con las juntas de vecinos. La idea es hacer trabajos en conjunto con ellos, Carabineros y el Gobierno, y poder hacer esfuerzos focalizados y específicos a cada problema que ellos denuncien y que los esté afectando.
Finalmente, Ibáñez detalla que dentro de los proyectos de renovación, remodelación o creación de nuevos barrios, el Gobierno ha hecho obligatoria la creación de espacios seguros, veredas amplias, red de iluminación y áreas de uso público para bajar la sensación de inseguridad.