Señor Director:
Tras nueve meses de debate en la Cámara de Diputadas/os y en el Senado, este mes se despachó a ley el proyecto que establece un sistema único de evaluación docente y fortalece los procesos de inducción y mentorías. El gran avance es la eliminación de la “doble evaluación” para docentes de establecimientos dependientes de municipalidades y servicios locales, tras evidenciarse duplicidad de resultados y redundancia en los instrumentos utilizados, lo que repercutía en el agobio laboral docente y en las oportunidades para concentrarse en lo más importante de su quehacer: el aprendizaje de los estudiantes.
Se avanza por buen camino en varios aspectos: transparentar más el proceso; apuntar al desarrollo profesional docente, garantizado por parte del CPEIP; crear condiciones para la mejora, asegurando un porcentaje de horas no lectivas para preparar clases, evaluar aprendizajes o dedicarse a inducción y mentoría, para lo cual, se elimina el límite de 38 horas como condición para participar del proceso. Asimismo, los establecimientos podrán crear planes de formación profesional a partir de la información aportada por la evaluación de sus docentes.
Sin lugar a duda, estas modificaciones constituyen un avance en las políticas educativas y en el reconocimiento de la labor docente, pese a ello, todavía quedan algunas deudas pendientes. Persiste la idea instalada y la práctica de una evaluación externa e individual, sin revisar más profundamente la lógica y sentido que subyace a la evaluación docente. También resulta importante mejorar y adecuar estos instrumentos a la realidad de educadores diferenciales, docentes técnico-profesionales y cultores originarios. Si bien estamos avanzando en la línea correcta surge la pregunta por cómo estas iniciativas permiten interpelar a la comunidad educativa para repensarse de forma más colaborativa y articulada. Apostar por una trayectoria docente sostenida y colaborativa, más que por una “carrera” docente; pensar en comunidad y en red, más que en desempeños docentes individuales, siguen siendo tareas pendientes como país. Esto sugiere avanzar en la formación y desarrollo de los docentes que requiere el siglo XXI, colaboración, desarrollo profesional sostenido, confianza y reconocimiento, constituyen pilares fundamentales en esta tarea.
Lorena Medina Morales
Académica Facultad de Educación UC
Macarena Salas Aguayo
Estudiante Doctorado Educación UC