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Sismo transformador

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La ciudad ha tenido en el transcurso de su historia que lidiar con agresivos movimientos telúricos que han marcado su desarrollo. Entre ellos, el terremoto del año 1939 fue la experiencia más extrema que ha tenido Ñuble y especialmente su capital. Con una cantidad de fallecidos que habría sobrepasado los 30 mil, quedó -literalmente- en el suelo.

El llamado terremoto de Chillán –pese a que tuvo su epicentro en Quirihue- es el que ha provocado más víctimas en la historia de Chile y cambió para siempre las condiciones de vida de la urbe, que antes del sismo se encaminaba a ser un polo industrial.

La reconstrucción fue un proceso particularmente difícil -y como consignó este diario en sus ediciones de los días, meses y años siguientes- levantar a la ciudad no fue una tarea sencilla. En dicha tarea, la labor articuladora del diario fue pieza fundamental como vocero de una ciudadanía disconforme y para que el tema no saliera de la agenda de las autoridades nacionales. De hecho, para el año 1950 aún se publicaban artículos que exponían la falta de viviendas para las familias afectadas por el sismo y se le cobraban a las autoridades las promesas y deudas con Chillán.

Pero con el tiempo, la tragedia abrió paso a la oportunidad y comenzaron a levantarse edificios que en la actualidad se han convertido en íconos de la Arquitectura Moderna, no solo por su amplia resistencia a nuevos eventos sismológicos, sino que también, por mezclar a la perfección el arte con los términos arquitectónicos que por esos años nacían en Europa.

Aquello se vio reflejado no solo en edificios, como la Catedral, el Cuerpo de Bomberos y el edificio de la Intendencia, sino también en importantes conjuntos habitacionales, como la Población Brasil, Villa Buenos Aires, los Edificios Libertad y la Población Carabineros de Chillán, entre otras. Actualmente, hay aproximadamente 100 mil metros cuadrados de edificios y viviendas construidos bajo los principios de la arquitectura moderna.

Pero con el pasar de las décadas Chillán fue perdiendo ese respeto por la buena arquitectura y hoy es el reflejo de una decadencia que también se aprecia en otras ciudades donde la identidad arquitectónica ha sido subvalorada, careciendo de regulaciones e incentivos para un desarrollo urbano armónico.

Detrás de este deterioro las responsabilidades se dividen. Hay una cuota de las empresas inmobiliarias y constructoras que no tienen mayor consideración de las buenas prácticas urbanas, otra le corresponde a la autoridad, que no regula ni tampoco incentiva para que se observen determinados cánones arquitectónicos y por último, hay una cuota de responsabilidad que nos corresponde a todos por la ignorancia y escasa valoración que le hemos dado a la arquitectura moderna.

De esta última nos sentimos parte y es, precisamente, la que nos motiva a perseverar en el esfuerzo de poner en valor el legado modernista y promover la protección de nuestros edificios patrimoniales, como también de su entorno. Es la mejor forma de honrar la memoria de aquellos que murieron esa fatídica noche, hace 83 años, como también de todos los que empujaron ese monumental esfuerzo que fue la reconstrucción de Chillán.

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