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Siqueiros patrimonio de Chillán

Señor Director:

Viajamos artistas y amantes de las artes a Chillán atraídos por esa gran joya que guardan los salones de la Escuela México. Es nuestra Meca. O, en rigor, debería serlo. No tengo idea si los profesores en nuestras aulas universitarias marcan hoy este punto como destino obligado de peregrinaje para sus alumnos. Espero que sí; es un deber hacerlo. En zona de canales y tierras fértiles, Chillán desde sus orígenes tuvo vocación de intercambio comercial de la producción agrícola del Chile central, de abastecimiento de tropas y comunidades. 

Tierra también pródiga en creadores, pero que con el terremoto de 1939 -ni el primero ni el último de sus cataclismos- sumó un nuevo rasgo a su rica fisonomía. 

La solidaridad del pueblo mexicano hizo surgir de entre las ruinas una noble escuela que, poco después, acogió a una de las más potentes personalidades del arte latinoamericano del siglo XX, David Alfaro Siqueiros. 

Proscrito en su patria tras su fallido intento por borrar del mapa a Trotsky y tampoco demasiado querido en el Chile donde encuentra refugio tras gestiones de Neruda, el mexicano, con 44 años, en la plenitud de sus capacidades como muralista, plasmó y legó a la ciudad una obra de belleza estruendosa, de una vehemencia sin parangón. Algún crítico la ensalzó como “la Capilla Sixtina de Latinoamérica”. Comparación que encierra harta justicia. El férreo dogmatismo del toscano, de cielo, juicio y condena, muta, en la expresión del mesoamericano, en sanguinolento canon de opresores y oprimidos, con similar esplendor y potencia estilística. La capilla chilena también resguardada por su propia guardia suiza, dos funcionarias de la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Chillán, que aminoran el celo y al final me permiten fotografiar a destajo, desde todos los ángulos, esta inapelable joya del arte mundial.

Con este notable punto de partida, Chillán se convirtió en la ciudad con vocación muralista más sobresaliente de todo Chile. A Siqueiros, con el pasar de los años se sumaron Escámez, Daza, Carreño, Martner, León (ya en la misma estación de trenes nos recibe el bello mural de la artista penquista Alicia Valenzuela, recientemente restaurado). Vocación que merece y exige mayor realce a escala nacional y que encierra una ruta cultural con un encadenamiento de hitos pictóricos de una riqueza única y fascinante.

Pablo Salina

Escritor e investigador del patrimonio cultural chileno

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