Simplemente Gabriela
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Señor Director:
En la vasta geografía de la literatura latinoamericana, pocos nombres resuenan con la fuerza y sensibilidad de
Gabriela Mistral. Su obra, un canto a la vida, a la infancia y a la justicia social, se erige como un faro de esperanza
en tiempos adversos. Al recibir el Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1945, Mistral fue reconocida no
solo como una poeta excepcional, sino como la voz de un pueblo que lucha, sufre y ama con fervor.
En su poema “Piececitos de niño”, Mistral presenta una imagen desgarradora de la niñez desprotegida, reflejando
una preocupación social que resonaba en la intelectualidad de la época. Sus palabras, cargadas de empatía, nos
invitan a contemplar la fragilidad de los inocentes, esos “piececitos heridos” que caminan por un mundo indife-
rente. A través de su pluma, nos recuerda que la grandeza de una sociedad se mide por la atención a sus hijos más
vulnerables.
Su galardón en Estocolmo celebró no solo su talento, sino su compromiso con la educación y el bienestar infan-
til. Mistral, educadora insigne, dedicó su vida a construir un futuro más justo, convirtiéndose en un símbolo de
lucha por la dignidad humana. Su legado perdura, recordándonos que la poesía puede transformar conciencias y
corazones.
Con admiración.
Ricardo Rodríguez Rivas