Señor Director:
Partido del orden le llamaban en un podcast a una especie de poder que concertaba y concentraba intereses económicos, políticos y religiosos en nuestro país. Su administración era transversal, vale decir, políticos variopintos, Jueces, curas y empresarios se ponían de acuerdos cuando sus intereses se veían amenazados: desde sacarse un parte, anular una multa tributaria, hacer leyes a la medida, hasta censurar temáticas como el aborto, los preservativos y el divorcio. No había límites ni consideraciones éticas, lo importante era que Chile se condujera con “orden, estabilidad y obediencia”. ¿Le suena?
Su poder se vio seriamente comprometido para el estallido social. Los “rotos malagradecidos” como muchos de ellos nos llamaban, nos aburrimos de que la institucionalidad no representara al ciudadano y nos enrabió que sí fuera servil a un pequeño grupo de “gente de bien”. ¿Efecto de la causa?: El partido del orden rápidamente utilizó las inmorales tácticas de siempre para revertir una compleja situación que podía acabar con sus privilegios, porque, convengamos que fue inmoral mentir sin asco cuando se quería modificar la constitución o inmoral asociar el descontento social al “estallido delictual” para crear un imaginario que influyera en nuestra sensación de inseguridad (en tiempos ciertamente complejos en ese tema) para desacreditar la legitimidad del movimiento. Casi lo logran.
No estábamos equivocados, siempre fueron ellos.
Alex Martínez del Campo