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Servidumbre y privilegios

Señor Director:

Trabajar durante jornadas extenuantes sólo para alimentarse, pagar las cuentas de servicios y créditos, solventar la educación de los hijos y literalmente no llegar a fin de mes, o hacerlo apenas, como buena parte de la población en Chile, viene a ser una forma más o menos velada, encubierta, disfrazada de servidumbre. Olvidarse, por cierto, del acceso a bienes culturales, el uso edificante del tiempo libre, el disfrute de las creaciones del espíritu.

Esta realidad la viven y sufren cada día millones de familias chilenas, que contemplan con frustración y tristeza cómo el estamento dirigente, la casta política, congresistas, autoridades de gobierno, asesores de toda laya, oscuros operadores partidistas, militantes, familiares y amigos de esos mismos políticos, se complacen y deleitan embriagados por las seducciones del dinero y el poder, disponiendo como si fueran propios recursos que no les pertenecen, sino que son de todos.

Una forma de comenzar a cambiar esta situación es hacer una autocrítica centrada en escrutar de qué manera el político, el dirigente, el gestor ha ayudado con sus acciones y omisiones a producir este resultado. Además, es necesario rebajar considerablemente las dietas y sueldos de las autoridades y funcionarios de confianza, cuyos niveles actuales sencillamente llaman a escándalo. Y también, pensando en los niños y jóvenes que tendrán responsabilidades mañana, impulsar una cultura de la sobriedad, la austeridad, la ausencia del boato y estridencia que han impuesto los líderes de hoy, para que el servicio público y la dedicación a la política sean una oportunidad de servir al país y no, como sucede hoy, una ocasión privilegiada para hacer negocios, lucrar y hacerse rico.

Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega

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