Share This Article
Señor Director:
La situación originada con la desvinculación de la socióloga Isabel Amor de la dirección del Sernameg de Valdivia, a sólo dos días de haber asumido dicho cargo luego de pasar por un proceso de selección que se supone es técnico y no ideológico, pone al descubierto de la manera más palmaria los prejuicios e inclinaciones profundamente discriminatorias que caracterizan a los oligarcas de la izquierda. Primero, se dijo que el despido se debió a una pérdida de la confianza, después se ha sostenido que la causa es que ella no condenó los hechos por los cuales fue procesado y finalmente condenado su padre, en una causa de derechos humanos. Lo llamativo de la situación es que se cuestione a una persona por sus opiniones o bien por el hecho de abstenerse de expresarlas, con total prescindencia de su idoneidad para el desempeño del cargo, como también del proceso de selección al que tuvo que someterse.
Esto es lo más ajeno y extraño a una concepción del servicio público sobria, prescindente políticamente y centrada de verdad en la meritocracia, como debiera ser la tónica en una democracia seria. Muy por el contrario, el caso de la socióloga Amor pone dramáticamente en evidencia que las autoridades tienen una visión del Estado y del servicio público condicionada por su propia ideología y estrechamente ligada a sus redes de influencia, casi pueblerina; se comportan como si las instituciones públicas fuesen de su propiedad y colocan en ellas a sus amigos, socios o cercanos políticamente. Por esta vía, en estos años el aparato del Estado se ha sobrepoblado de operadores y agitadores que responden a los lineamientos de los partidos, o bien forman parte de la esfera de influencia de alguno de los opacos dirigentes feudales que atenazan las instituciones y lastran el desarrollo del país.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega