Las recientes noticias sobre el exitoso desarrollo de al menos tres vacunas contra el covid-19, sin duda, aportan esperanza a las personas y optimismo a los mercados, pero hay que ser realistas y admitir que los primeros de la fila serán los países ricos y quizás, en los siguientes nueve meses, el resto del mundo, de modo que para nosotros recién estaría disponible a fines del próximo año.
Es evidente entonces que como el virus no se irá, y que con suerte tendremos una vacuna el segundo semestre de 2021, a nivel personal no queda otro camino que adaptar la vida a la amenaza permanente del covid-19.
Un gran paso daríamos si cada uno de los ñublensinos y ñublensinas entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas.
La economía local, en tanto, debe aprender a “convivir con el coronavirus”, lo que afecta no solo los comportamientos de las empresas y los bienes y servicios que producen, sino también a los trabajadores y a los ciudadanos. La conciencia debe promoverse en todos los ámbitos.
Dicho lo anterior, hay que ser claros respecto a entender que la pandemia exige reforzar las medidas de protección como elementos ineludibles en la cotidianidad. Aquí no hay excusas, y los protocolos de bioseguridad que se han emitido para todas las actividades permitidas deben ser aplicados con rigor.
Pero aun cuando resulta razonable que se apele a las conductas individuales, no se puede desconocer que el Gobierno y los políticos también tienen una gran cuota de responsabilidad, partiendo por el reto de entender la complejidad del fenómeno desde un contexto sistémico, alejado de los debates partidistas. Un reto que demanda objetivos colectivos y las necesidades de una actuación convincente y compartida; elementos que en ocasiones han brillado por su ausencia en algunos niveles, en los que el manejo de la pandemia ha tomado una dimensión competitiva entre los egos de algunas autoridades o los cálculos pequeños de los partidos políticos.
A nivel local, las señales no son buenas. Chillán escaló nuevamente en el ranking de las comunas del país con más casos activos de Covid-19. Según el último informe epidemiológico del Ministerio de Salud, la capital regional pasó del noveno al sexto lugar.
Pero no solo son los datos epidemiológicos los que preocupan, sino también los comportamientos cotidianos que ponen en riesgo a los desobedientes y a quienes pertenecen a su entorno.
Lamentablemente, los pronósticos apuntan a un empeoramiento del escenario, lo que requerirá una renovada planeación de la comunicación; no para fomentar el miedo, como hemos logrado apreciar estos últimos días por parte de la autoridad regional, sino para entregar información confiable que promueva una prevención racional y supere el negacionismo irresponsable que seguimos viendo en Chillán.