Resulta recurrente afirmar que en las calles de Chillán circulan cada vez más ciclistas. El desarrollo alcanzado por este medio de transporte urbano es muy positivo por muchas razones, pero también ha demostrado ser preocupante que buena parte de los ciclistas no respete normas básicas que buscan garantizar su seguridad y de los demás. use casco protector.
El mejor ejemplo es el casco protector, un elemento de seguridad que puede salvar vidas, pero donde lamentablemente hay un relajo, como también se nota en el uso del cinturón de seguridad en los conductores de automóviles o el casco en los motociclistas. No extraña entonces que los conductores de bicicletas, no presten suficiente atención al uso de un elemento de protección que disminuye el riesgo de lesiones cerebrales en un 69 por ciento, en caso de accidentes. Según un estudio de la Mutual se Seguridad, un 58% de las personas que se transportan en bicicleta no usa casco, pese a que un 77% de los encuestados considera inseguro, circulan sin él.
Quince años cumplió el decreto supremo del Ministerio de Transportes, que estipuló la obligatoriedad del uso del casco para los ciclistas en zonas urbanas, medida que también se incluyó en la nueva ley de Convivencia Vial de 2018. Quienes no cumplan con la normativa hoy arriesgan multas de 1 UTM ($55.704).
Sin embargo, la norma no se cumple, como no se cumplen muchas otras: por ejemplo, los ciclistas no ceden el paso a los peatones, aunque esta indicación está enfatizada en la Ley de Convivencia vial y tampoco respetan el máximo de velocidad, otra desviación de los usuarios de bicicletas que no es fiscalizada.
Además de esta falta de control, resulta preocupante constatar que mucha gente usa el casco solo por cumplir, sin importar su correcta instalación. Y de nuevo aparece la falta de control, pues nadie fiscaliza que sea un casco certificado, que esté bien puesto o bien ajustado.
Tomar ejemplo de lo actuado en otros países es de utilidad. Sería provechoso comenzar a impartir cursos públicos de capacitación en seguridad específicamente diseñados para los ciclistas, poniendo el acento en recomendaciones tan sencillas como acostumbrarse a utilizar el casco correctamente abrochado siempre, vestir ropa clara y, en lo posible, chaleco reflectante o señalización nocturna; no utilizar celular ni auriculares mientras se transita, y respetar los semáforos y señales.
La incorporación de los ciclistas a la vida urbana ha puesto en evidencia viejas y desaconsejables prácticas de peatones, automovilistas y motociclistas que ponen en peligro la seguridad propia y ajena. El respeto por las reglas excede el marco individual, en tanto que constituye la garantía para poder vivir y desarrollarnos en comunidad. Como sociedad, urge que ahondemos en este aprendizaje que también les cabe hoy a muchos desaprensivos conductores de bicicletas.