Nos movemos en un relativismo total alrededor de la pandemia y sus efectos. Mientras unos piensan que era necesario regresar al confinamiento que Chillán tuvo durante cuatro semanas en marzo-abril, otros lamentan la segunda cuarentena obligatoria que fue decretada ayer para la capital de Ñuble.
La medida, que comenzará el miércoles y considera severas restricciones a la movilidad y actividades productivas y comerciales, es una respuesta a la velocidad de propagación de la enfermedad, pero también a nuestra incapacidad de cumplir el aislamiento social preventivo que ha sido promovido desde fines de marzo.
Ayer se conoció que los casos activos de Covid-19 se incrementaron en 57 durante las últimas 24 horas y que totalizan 571, un 30% más que los registrados en marzo, cuando se decretó la primera cuarentena. Además, la positividad diaria llega a 8,3% para hoy, pero ha estado en torno al 10% en los últimos días, mientras que hay 50 pacientes hospitalizados, 10 de ellos con ventilación mecánica.
Lamentablemente, seis meses de emergencia sanitaria nos han enseñado muy poco sobre la prevención y el autocuidado. Vimos calles llenas de personas que no respetaban el distanciamiento, que caminaban sin mascarilla, que realizaban actividades deportivas sin la precaución indicada, e incluso que organizaban reuniones religiosas y sociales.
Como era de esperar, con el coronavirus circulando en una comunidad cada vez más expuesta por la falsa “normalidad” de actividades cotidianas, Chillán se ve obligada a echar pie atrás y retornar a un confinamiento obligatorio y general, con todas las complicaciones que sabemos conlleva.
Hace 180 días, cuando se anunció el primer caso en Chillán, todos acudimos a comprar mascarillas, gel, alcohol, a buscar el aislamiento. Hoy tenemos 4.705 casos y 80 fallecidos, y simplemente se nos olvidó todo, o simplemente lo tomamos como una anécdota, sin recordar que estamos jugando con nuestra vida y la de nuestros seres queridos.
El covid-19, como se ha visto hasta ahora, se propaga a gran velocidad y termina sobrepasando la capacidad de los hospitales. De ahí que para que las cifras no se sigan disparando, se haya optado por la cuarentena. Pero hay que tener claridad en que esto no erradica al virus, sino únicamente reduce la velocidad del contagio. O sea, es una medida que busca retardar en el tiempo los contagios y permitir así que un mayor porcentaje de personas reciban atención médica.
Vale insistir, es la principal receta que tenemos por ahora a mano para enfrentar una pandemia que podría colapsar nuestro sistema de salud, con un panorama oscuro acerca de su recuperación.
Esto es un llamado a que nos demostremos a cada uno de nosotros y a la sociedad misma nuestra capacidad de unirnos y cuidarnos individual y colectivamente.