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Del expresidente Sebastián Piñera se ha analizado con perspectivas reprobatorias y también favorables su protagonismo en la economía, su gestión en la administración del Estado y su vocación de servicio público. Sin embargo, donde me parece que no existe controversia es en su firme decisión y clara orientación en fortalecer y mejorar el sistema educativo del país, en especial lo que se refiere a la educación pública.
En este último terreno, el de la educación pública, la creación y desarrollo de los Liceos Bicentenario probablemente sea la política pública más robusta y extendida en su propósito de mejorar el servicio de los colegios públicos. Sin embargo también hay que reconocer entre otros, su propósito de impulsar la educación inicial y la educación técnica; como también la acción con sentido de urgencia y responsabilidad en aspectos docentes, curriculares y evaluativos durante la pandemia, poniendo el foco en que los niños y jóvenes no retrasaran sus aprendizajes. Pero además, hay una política pública que merece especial atención y reconocimiento, a saber, la Beca Vocación de Profesor (BVP), iniciativa que implementó en los primeros meses de su primer gobierno (2011).
Tomar la decisión de estudiar pedagogía nunca ha sido algo sencillo. Bien lo sabemos quienes hemos pasado por ello. Por lo pronto, es justo subrayar que la reputación de las pedagogías y la autoridad antes reconocida a las profesiones educativas han venido decayendo sistemáticamente desde principios de siglo, de manera que fortalecer la opción por seguir la vocación de profesor fue una decisión contra corriente. Ahora bien, en los tiempos en que el expresidente resolvió crear la BVP había alguna importante evidencia en cuanto a que la docencia y los docentes constituyen un factor decisivo dentro del aula para lograr una buena calidad educativa. Así lo reveló entre otros, el análisis de la prueba PISA del 2006; y los estudios de McKinsey & Company (2007 y 2010). Recientemente se han publicado otras numerosas investigaciones que confirman lo determinante que es la formación docente y la atracción y retención de buenos profesionales para el ejercicio pedagógico de calidad. Basta mencionar el robusto estudio del Banco Mundial: “Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender para hacer realidad la promesa de la educación”.
En lo medular, la BVP hoy es un beneficio de arancel para quienes se matriculen en primer año de una carrera (acreditada y elegible) de pedagogía, educación parvularia o educación diferencial. Considera el financiamiento de la matrícula y el arancel completo de la carrera por los años que dure formalmente. Además existe la posibilidad de financiar licenciaturas a modo de continuación de las pedagogías; y también financia a quienes siendo ya licenciados, deseen obtener el título de profesor cursando continuidad de estudios mediante un ciclo pedagógico acreditado para tal efecto.
¿No sería conveniente que el Estado amplifique esta iniciativa, vinculándola más directamente a elementos que favorezcan la decisión vocacional para atraer al ejercicio docente a los mejores?
Germán Gómez Veas
Filósofo y Educador