Señor Director:
Hace al menos una década que el debate público se ha ido colmando de frases y adjetivos grandilocuentes, que exacerban
y amplifican un juicio o una opinión, como una forma de darle un carácter indiscutible a lo que se declara o para propinarle
un golpe audaz al adversario. El uso del twitter y otras plataformas ha estimulado este ejercicio, pues insta a las personas a
elaborar mensajes sintéticos, pero que provoquen un efecto comunicacional mediante acusaciones, denuncias o funas.
Lo problemático de esto, es que el debate político se está realizando también como en twitter, ósea en 280 caracteres o
menos, con un lenguaje provocador lleno de ironía, sorna y etiquetas que esconden prejuicios que como sociedad creíamos
superados. Esto se ha evidenciado con mayor nitidez estas últimas semanas previas al plebiscito, donde abundan las descalificaciones por lado y lado, algunas de ellas que rayan en la injuria o inclusive comentarios que a pesar del uso de eufemismos
no logran ocultar expresiones de racismo y aporofobia, que resultan particularmente graves especialmente en el escenario
en el que nos encontramos.
Chile enfrenta un momento clave para su futuro, mi opción por convicción y por disciplina militante es aprobar la propuesta
de texto constitucional, pero cualquiera sea el resultado del 4 de septiembre, las y los chilenos necesitaremos de un contexto
de sana convivencia democrática, ya sea para implementar la nueva constitución o para abrir un nuevo proceso constituyente
y para esto es fundamental que seamos capaces de procesar civilizadamente nuestras legítimas diferencias en base al respeto
y no a la agresión.
Vicente Ancaluan Beltrán
