En circunstancias que la pandemia comienza a reflejar sus mejores cifras a más de un año y medio de combate contra el Covid-19, surgen interrogantes sobre el impacto que ha tenido el prolongado confinamiento, de meses anteriores, en la salud mental de niños y adolescentes de la región de Ñuble, dadas las repercusiones negativas que la falta de contacto físico y el cambio de rutinas podría desencadenar a futuro en una población que está en pleno crecimiento.
De acuerdo a estadísticas hasta junio del 2021, han ingresado al programa de salud mental 1.202 niños, niñas y adolescentes (NNA) entre 0-19 años; lo que representa un aumento del 46% en los ingresos en relación al 2020 a la misma fecha. Sin embargo, el número de consultas es menor a lo registrado antes de la emergencia sanitaria, considerando que ésta obligó al personal a priorizar la atención de la misma y restringir el desplazamiento para evitar nuevos casos.
“Tenemos una mayor población bajo control que el año pasado. Sin embargo, estas cifras siguen siendo menores a lo acostumbrado en los años previos a la pandemia y este hecho tiene distintas explicaciones y entre las principales, estimamos que están dadas, porque la pandemia nos obligó a redestinar muchos de nuestros equipos a otras labores para enfrentar la emergencia, por otra parte, también existió por parte de la población, mucho miedo de asistir a los centros de salud por el riesgo de contagio. Este escenario se dio principalmente el 2020, pues durante el 2021, hemos logrado disminuir estos escenarios”, explicó la jefa del Departamento de Salud Mental del Servicio de Salud Ñuble, Claudia Quezada Nitor, quien es psiquiatra infantil y del adolescente.
La ansiedad, el trastorno adaptativo con manifestaciones emocionales y conductuales, y el déficit atencional con hiperactividad, han sido los principales diagnósticos de ingreso durante el 2021 en esta población, a nivel regional.
Dinámica de atención
Respecto a los protocolos existentes para acceder a este tipo de consultas, habitualmente se inician de forma espontánea en la atención primaria (APS); una derivación desde los establecimientos educacionales, el Sename u otras instituciones del intersector que trabajan con niños, niñas y adolescentes.
“La gran mayoría de estos casos, se atienden y resuelven en la APS y solo cuando el caso es más complejo y necesita de atención por un especialista, se presenta a consultoría con psiquiatra infantil, o son derivados a centros de especialidades, como un Centro Comunitario de Salud Mental Familiar (Cosam)”, indicó la doctora Claudia Quezada.
En este ámbito, el psicólogo, es el profesional que más atenciones de niños y adolescentes realiza en el sistema de salud. “Otros miembros del equipo multidisciplinario se componen habitualmente por un trabajador social, un médico general si es evaluado en la atención primaria y/o un psiquiatra infantil, cuando el caso requiere de evaluación con un especialista. Solo en algunos casos, el equipo también se compone por terapeuta ocupacional, siendo en este momento, el profesional más falente en nuestra red de salud”, añadió.
Más recursos
La deuda con la salud mental, en general, no es un tema nuevo. Especialistas han coincidido que históricamente el presupuesto dispuesto para esta área sigue siendo exiguo y que se ha avanzado lento en dotar de más personal e infraestructura adecuada.
Desde su experiencia como pediatra, el doctor Carlos Hernández ha constatado que la pandemia ha permitido visibilizar con mayor claridad la crítica realidad de la salud mental en niños y adolescentes, la que adolece de recursos suficientes para responder a un aumento en la demanda de atención especializada, acentuada por el prolongado confinamiento que implicó meses atrás la crisis sanitaria.
“Sin duda, con la pandemia están todas las condiciones para que aumenten los malos tratos, los cuadros depresivos, los cuadros de ansiedad, la inestabilidad de los niños, que están controlados, por la falta de atención de medicamentos, eso va a ir en aumento, y nosotros estamos viendo hoy que, por ejemplo, el intento de suicidio en niños y adolescentes está siendo mayor”, comentó.
Para el médico es fundamental intervenir los problemas en salud mental en edades tempranas, ya que las repercusiones pueden ser muy serias a futuro, por eso es un tema que debiese ser tomado por la agenda pública, abordando la necesidad de más especialistas y espacios adecuados para el tratamiento y contención de los casos.
“En la realidad de Ñuble no hace más de cuatro o cinco años que recién se cuenta con psiquiatra infantil y no es cantidad suficiente. Tampoco tenemos nosotros en todo Ñuble y como hospital, la infraestructura hospitalaria para manejar los niños con situaciones de trastorno de salud mental. Aquellos niños que necesitan una atención especializada, que necesitan estar unos días o un periodo, por ejemplo; para estabilizar situaciones de urgencia no se tiene un lugar adecuado y tienen que ir a los servicios de pediatría común”, sostuvo.
Desde la mirada del especialista, hoy los padres ven dificultades para acceder a una consulta, ya sea por la larga espera que deben mantener en el sistema público y los altos costos que implica acudir al sistema privado.
“La demanda sobrepasa mucho la oferta que hay tanto en lo privado como público, y lo otro, que al tener el sistema público una oferta muy pobre, se facilita que se desarrollen muchas atenciones privadas lo que implica un alto costo. El costo de un tratamiento psiquiátrico- psicológico para un niño, la verdad es que no está al alcance ni de la mitad de la población”, advirtió.
Según la psiquiatra del Servicio de Salud Ñuble, con los años se le ha ido dando la relevancia que merece a esta área, reforzando los equipos de forma gradual. Sin embargo, las brechas de personal y de dispositivos continúan siendo grandes, considerando que los estudios muestran que 1 de cada 5 menores presentan algún problema de salud mental.
“En nuestro país, los recursos que llegan para la atención de salud mental siguen siendo insuficientes y aunque hemos avanzado, aún presentamos una brecha que permite atender sólo al 17% de niños, niñas y adolescentes del 20% que requiere atención, por lo que, sin duda, se necesitan más profesionales de salud mental, que permitan disminuir las listas de espera, aumentar la frecuencia de atención para lograr terapias efectivas y así poder diversificar nuestras prestaciones, como por ejemplo, realizar más visitas domiciliarias, talleres, etc”, reveló.
A eso se suma la preocupación por contar con mayor infraestructura adecuada para abordar aquellos casos más complejos que requieran hospitalización.
“Existe una necesidad de camas de psiquiatría para NNA. Actualmente, en los casos más graves, que necesitan una hospitalización, algunas debemos realizarlas en los servicios de pediatría o derivarlas a otros establecimientos, donde también existe una escasa disponibilidad”, expuso la especialista.
En ese sentido, la profesional aseguró que existe un trabajo en marcha para enfrentar esta crítica realidad.
“Esta situación se trabaja en la actualidad, para lo que se diseña un modelo de atención, sustentado en el nuevo hospital regional, que contempla una Unidad de Hospitalización de Cuidados Intensivos de Psiquiatría (UHCIP) para infanto adolescentes, lo que debería complementarse con un número mayor de Cosams”, adelantó.
Salud municipal
Sin duda, la pandemia ha trastocado lo cotidiano, alejando a los menores de la interacción con sus pares y de sus establecimientos educacionales a raíz del confinamiento, lo que ha terminado afectando su salud mental.
Según un estudio realizado por la Universidad de Chile durante la llegada del Covid-19, el 29,5% de los niños dice sentirse desanimado en hacer cosas que incluso son de su interés, el 26,4% presenta dificultades para dormir mientras el 24,6% de los menores dice “estar triste”.
Si bien desde el Centro Comunitario de Salud Mental (Cosam) de Chillán, que entrega atención médica de alta complejidad en la salud municipal, no confirmaron o descartaron un eventual aumento en la demanda de atención de menores en este periodo, sí respondieron que los principales problemas asociados a salud mental que han abordado son el trastorno emocional y del comportamiento en la niñez y la adolescencia, aquellos vinculares, de ideación y riesgo suicida, Trastorno del Espectro Autista, el déficit atencional con hiperactividad (TDAH), los trastornos oposicionistas y desafiantes, el consumo problemático de alcohol y drogas, así como también la ansiedad y la separación en la niñez y los trastornos de conducta alimentaria.
La sociabilización, el colegio y la estructuración de las rutinas, por ejemplo, son factores protectores importantes para el bienestar de los niños, los que justamente producto de la pandemia se han visto afectados.
“La socialización e interacción con pares es un factor protector en la salud mental. En niños y niñas, ésta favorece el desarrollo del proceso de identidad y el desarrollo de la autorregulación emocional, y en adolescentes su preparación para el mundo adulto a través de la diferenciación de sus progenitores y autonomía. Un segundo factor protector, es que el colegio es un lugar seguro para aquellos niños niñas y adolescentes que viven en condiciones psicosociales enmarcadas en violencia intrafamiliar, hacinamiento y consumo problemático de drogas”, informaron desde el Cosam.
Otro factor protector de la salud mental en la infancia y adolescencia, agregaron, “es la estructuración de rutinas, las cuales en el contexto escolar se potencian adecuadamente, dado que los horarios y actividades están establecidos previamente. La importancia de las rutinas en niños y adolescentes desde el ámbito de salud mental es principalmente bajar los niveles de ansiedad, ya que el saber lo que pasará es una manera de anticipación que funciona tanto en niños con y sin diagnósticos de salud mental”.