Con casi 20% de población mayor a 60 años, la segunda mayor del país, no hay duda que en Ñuble el envejecimiento de la población representa un desafío para el sistema sanitario y la asistencia médica especializada hacia este grupo etario debiera ser prioritaria.
Las personas mayores requieren hasta cuatro veces más recursos que el resto de la gente, por lo que será una cuestión central a resolver en la próxima década, sin considerar el desembolso previsional correspondiente, lo cual deberá ser financiado por la que será para entonces una disminuida población económicamente activa.
La relación entre dependencia, discapacidad y edad es muy evidente y así lo confirmó el III Estudio Nacional de la Discapacidad (III ENDISC) que fue conocido la semana pasada y reveló que el 42,5% de la población mayor de 60 años, en la región de Ñuble, se encuentra en esta condición.
En efecto, aunque puede ocurrir en cualquier parte y en cualquier momento del ciclo vital, es en la etapa de envejecimiento donde más surgen situaciones que pueden causar una discapacidad y, subsecuentemente, incrementar las probabilidades de adquirir dependencia, a la vez que van desapareciendo las redes familiares que prestan apoyos en el hogar. Todo ello determina un incremento de las necesidades de prestaciones y servicios, que, como en el caso de la población con discapacidad en edades más tempranas, deben focalizarse en el fortalecimiento de su autonomía e inclusión social.
Por otra parte, esta creciente población adulta mayor es más heterogénea, tiene características y necesidades particulares, así como mayor grado de vulnerabilidad que los usuarios tradicionales de los sistemas sanitarios. Los problemas de salud de las personas mayores van más allá de la misma persona mayor, condicionando una serie de situaciones y trastornos al interior de la familia cuyo impacto rebasa el sector salud.
El problema debe generar preocupación, ya que el envejecimiento poblacional es también factor crucial para el aumento de los gastos en salud, asociado a los aumentos en los insumos médicos y los medicamentos, la necesidad de incorporar nueva tecnología, las regulaciones y la permisividad judicial en los juicios por mala práctica y negligencia médica. Los afiliados de más de 60 años representan el 25,7 por ciento del padrón, pero demandan el 63 por ciento de los medicamentos, lo que implica un fuerte impacto en los costos de atención. Además, un afiliado mayor de 80 años consume en promedio 16 veces más medicamentos ambulatorios que un afiliado promedio de hasta 20 años.
Desde el punto de vista epidemiológico, este cuadro nos sugiere una región envejecida y marcada por una alta prevalencia de hipertensión arterial y diabetes, lo mismo que otros padecimientos que son propios de este segmento poblacional, como las cataratas y la presbicia. Por lo tanto, la adquisición de competencias en medicina geriátrica será fundamental.
¿Está preparado nuestro sistema sanitario para esta nueva realidad? ¿Cuáles serán las nuevas políticas públicas para enfrentarla? Son muchas las preguntas y aún escasas las respuestas.