Señor Director:
Hace algunos años, tuve la oportunidad de visitar uno de los observatorios astronómicos que se han instalado en el norte de Chile. Todo lo que sabía y me imaginaba quedó convertido en la nada misma ante el encuentro con un espacio infinito colmado de brillo. Quedé abrumado. Años más tarde, cuando supe de la instalación de telescopios muchísimo más poderosos, fue como haber revivido el asombro.
Algo parecido me ha ocurrido recientemente cuando un nieto ingeniero en informática me enseñó a dar unos pasitos dentro de mi analfabetismo digital. Ahora no fue el cosmos, fue la sabiduría universal, las grandes bibliotecas y museos, todos los temas por lo cual uno pudiera interesarse, aparecieron en la pantalla de mi computador como un banquete infinito, todo lo que uno quiera leer, escuchar y ver está disponible. Se desata una verdadera gula intelectual y se viaja incansablemente por el mundo, ni la vida entera dedicada a leer y a viajar podría haber dado lo que se ofrece con una tecla. Ignoro si los profesores están aprovechando esta colosal oferta para traer la sabiduría del mundo, aunque sea grano a grano a esas aulas donde suele enseñarse como si la revolución tecnológica no se hubiese instalado hace rato en el mundo.
Sería también una buena oportunidad para reconocer que el internet, es obra de la iniciativa privada y el computador y el celular son logros magníficos de la libertad económica ante la cual fracasó la oferta del relato sobre un mundo feliz. No habrá mundo feliz, pero sí uno que puede ser mejor.
Alejandro Witker
Historiador