Señor Director:
De un tiempo a esta parte uno de los grandes problemas de los políticos (no así la política) es que se mal acostumbraron a prometer cosas que saben, de antemano, no van a cumplir. Lógicamente la gente quiere creer y no tendría por qué partir dudando o cuestionando la credibilidad del político de turno, asumiendo el costo del riesgo moral favoreciéndolo con su apoyo, mientras el político no tiene obligación alguna de cumplir y siempre podrá culpar a otros, más nunca asumirá que nunca estuvo en sus planes llevar a cabo sus promesas. Cosa de ver, por ejemplo, lo ocurrido con el ramillete de promesas que llevaron al poder al actual presidente Boric.
El problema es que esto genera altas expectativas que, al no ser cumplidas, pasan rápidamente a la frustración, al enfado y rabia justificada, acrecentado la desafección entre políticos – ciudadanos y poniendo en vilo la estabilidad democrática dando paso a caudillismos y populismos que podrían terminar siendo peores que la enfermedad. Todo, qué duda cabe, producto de la irresponsabilidad de políticos que, sencillamente, no entendieron a Maquiavelo.
Rodrigo Durán Guzmán