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Señor Director:
La gran virtud de Ricardo Lagos fue haber comprendido en profundidad la cabal dimensión de un político, aquel que logra cohabitar dentro de sí sus ideas y los contextos en que esas ideas se desenvuelven y transforman.
Luchó contra la Dictadura, con la pasión de un joven; proyectó la economía, con el trabajo de la adultez y criticó los procesos constitucionales con la prudencia y la sensatez del sabio. Como recordó recientemente un intelectual, a propósito de las enseñanzas de Max Weber, Lagos representa una mezcla de dos virtudes que configuran el ideal del político: la pasión y la mesura.
Por ello es que Lagos es la negación del fanatismo, la negación de la pobreza y la negación del caos. Sus últimas palabras simbolizan fielmente este último concepto: “La gradualidad es la única forma de poder entendernos civilizadamente”.
Rodrigo Landa Guíñez