El año 2020 cerró con una importante alza de las exportaciones agrícolas de la región de Ñuble, sin embargo, sigue pendiente el prometido desarrollo agroalimentario y la agregación de valor a la producción, pues el grueso de los envíos son básicamente materias primas.
El rezago que exhibe la región en materia de infraestructura productiva y logística, en tecnología y en capital humano, siguen siendo obstáculos importantes para alcanzar ese sueño de ser potencia agroalimentaria.
El sector agrícola es el segundo en importancia en materia de exportaciones de la región, después del forestal, y es uno de los principales generadores de empleo, de hecho, es una actividad muy intensiva en el uso de mano de obra, pero de baja calificación.
Ahora bien, para hacer un análisis del sector agrícola de la región es clave hacer la distinción de aquellos rubros que sí exhiben mayores niveles de agregación de valor y diferenciación de la producción, como como la agroindustria hortofrutícola y algunos cultivos anuales; respecto de aquellos más atrasados.
En ese análisis también se debe considerar el tamaño de las explotaciones, ya que la región exhibe uno de los mayores grados de atomización de la propiedad de la tierra, con miles de pequeños agricultores que tienen menor acceso a capital de trabajo y a tecnología.
En otras palabras, se requiere atraer inversión pública y privada, profesionales de alto nivel y personal calificado, una tarea que no se ve sencilla si la región no ofrece un buen estándar de calidad de vida, lo que significa mejores condiciones o servicios de salud, educación, administración del Estado, conectividad, energía, vivienda, espacios de cultura y entretención, áreas verdes y comercio.
Lamentablemente, si para el poder central la región de Ñuble no es una prioridad en materia de inversiones, difícilmente será de interés para el sector privado, pues como se sabe, las inversiones en infraestructura pública tienen un efecto multiplicador en la inversión privada.
Un ejemplo revelador del rezago de Ñuble es su déficit de infraestructura de grandes y medianas obras civiles para riego, sin comparación con sus regiones vecinas.
¿Se puede aspirar a atraer inversiones si la región no ha resuelto problemas clave, como la seguridad de riego, la conectividad y la factibilidad eléctrica, por ejemplo? Definitivamente, no.
Y revertir la situación no parece un desafío fácil, en primer lugar, porque no se observa entre las autoridades del nivel central una real voluntad por acelerar procesos y proyectos.
Ya lo decía en una entrevista a este medio el experto en economía agraria del INIA, Jorge González, al advertir que “sin un avance sustantivo en desarrollo tecnológico e infraestructura productiva y logística, no es posible pensar en un avance significativo del sector”.
Afortunadamente, se han dado valiosos pasos que han permitido hacer un diagnóstico más preciso de la realidad regional y una planificación acorde con los desafíos del territorio, por ejemplo, a través de la Estrategia regional de desarrollo; pero ello no es suficiente. Se requieren esfuerzos adicionales, pero sobre todo, voluntad.