Las noticias de la capital, donde han disminuido los casos de Covid-19 después de tres meses de cuarentena, han generado una errada idea respecto de la superación de la pandemia en el país y cada una de sus regiones. Sin embargo, la realidad es otra. En algunos casos muy distinta.
Los reportes de la última semana han encendido las alarmas. Ayer, un informe del Ministerio de Salud confirmó que los casos activos ascienden a 400, el mismo número que se registró durante el peak de la enfermedad en Ñuble, a fines de marzo. Definitivamente, la cosa no pinta bien en la Región.
Dos son los factores que estarían incidiendo mayormente en esta compleja situación. Por una parte el irrespeto a las disposiciones preventivas, donde hay una cuota que se asocia a la propia autoridad, que experimenta hace bastante tiempo una crisis de confianza que la anula para convencer, como también a la incapacidad que ha tenido para comunicar adecuadamente la gravedad de lo que ocurre. Los errores conceptuales, los cambios de mensaje, las señales confusas, han sido una constante del Gobierno.
La otra cuota tiene que ver con el flagrante déficit de solidaridad y espíritu comunitario que vemos a diario y que confirma la herencia de ser educado en sociedades individualistas, donde el semejante se desdibuja completamente frente a la urgencia de las necesidades personales. De hecho, daríamos un gran paso si cada uno de los ñublensinos entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus disruptivo que amenaza la vida de los más débiles, pero también el bienestar social de todos.
llegó el momento en que todos, sin excepción, tienen que poner de su parte para que colectivamente se enfrente un problema que por primera vez exige la responsabilidad global y tiene la facilidad de colarse por cualquier grieta que se le deje.
Aquí vale la pena reforzar el llamado a la imperiosa necesidad de las medidas de bioseguridad a todo nivel, frente a lo cual no se puede dar ninguna tregua, incluso en los espacios domiciliarios, donde también se ha demostrado que están ocurriendo los mayores contagios de las personas más vulnerables.
Tampoco sobra hacerles un llamado a los tomadores de decisiones para que en medio de esta coyuntura adapten medidas de salud pública que, aunque retrasadas, hoy se tornan necesarias. Es el caso, como lo acaba de hacer el Reino Unido, de buscar el apoyo de los empresarios para limitar el consumo de comida chatarra, bebidas azucaradas, cigarrillos y productos derivados del trabajo, y fomentar a todo nivel el consumo de comida saludable. Sin dejar de lado que, a pesar de la cuarentena, también hay que insistir en la actividad física y en la atención emocional.
El asunto ya no es solo de ventiladores mecánicos, sino de comportamientos generales y, por encima de todo, de tener claro que de la responsabilidad individual, proyectada hacia lo colectivo, dependerá el futuro inmediato de todos en términos de bienestar. Es hora de actuar en conjunto.