Señor Director:
Según estimaciones del Ministerio de Educación y el Banco Mundial, en sectores vulnerables solo el 27% de los estudiantes ha podido acceder a educación a distancia, con proyecciones de que, en un escenario pesimista, se podría retroceder hasta en 1,3 años de escolaridad promedio. Si aplicamos estas consideraciones a territorios rurales, el pronóstico es aún peor: allí la vulnerabilidad antes de la pandemia ya era más del doble que en zonas urbanas (37% de pobreza multidimensional), las personas tenían 2,2 años en promedio menos de escolaridad; sin contar que solo el 17% de las viviendas tienen acceso a internet fijo.
Varios expertos en el tema han afirmado que no existe una manera perfecta de reabrir las escuelas durante una pandemia e incluso cuando un país tiene los contagios por covid-19 bajo control. Las políticas y prácticas de los países que han tenido cierto éxito inicial con la reapertura escuelas apuntan en la misma dirección: un retorno parcial y la implementación de protocolos de sanidad en conjunción con una política donde la asistencia tenga un carácter voluntario.
No dejemos que niños, por su vulnerabilidad, se queden sin educación. El retorno debe ser gradual y debe darse de modo flexible y en comunas en que los casos sean bajos. No le quitemos la posibilidad de educarse a jóvenes que no tienen la oportunidad, no aumentemos las brechas y prioricemos una mejor educación para todos.
Verónica Santana