Responsabilidad educativa en las familias

Cuando las familias deciden un proyecto educativo para la formación y desarrollo de sus hijos, ya están convencidos de que la escolarización en una escuela específica, en coherencia con su visión humana, es lo mejor para el crecimiento, educación y preparación para la vida adulta de esos niños y jóvenes. Conviene tener presente que asumir el desafío de llevar a cabo una relación educativa formal con sus hijos es un gran paso en los tiempos actuales, porque el homeschooling, la colegiatura online y la rendición de exámenes libres se ha incrementado. Así, ante la opción que muchas familias hacen respecto de no educar a sus hijos en una escolaridad presencial regulada, aquellas que sí optan por la escolaridad habitual asumen una corresponsabilidad educativa en que gran parte de la formación humana depende de lo que haga y logre la comunidad educativa. Ahora bien, ¿hay algo, en específico, que posibilite cumplir adecuadamente las expectativas parentales?
Desde la perspectiva de la filosofía de la educación, para que esta decisión y disposición parental llegue a ser constructiva y eficaz es conveniente examinar algunas consideraciones que las familias han de saber materializar, como una proyección concreta de la responsabilidad que les cabe en cuanto apoderados.
Lo primero es que la decisión de matricular a los hijos en un colegio debe tener un propósito bien perfilado y también debe contar con el decidido compromiso parental de colaborar con los equipos profesionales de la institución. No son pocos los casos en que el voluntarismo o el capricho de algunos padres se sobrepone a la colaboración, lo que se traduce en dificultades para lograr un camino formativo pertinente. En este sentido, vale la pena subrayar que la expectativa formativa de las familias debe ser coherente y consistente con lo que plantea el colegio, pues sólo de esta forma se logrará eficacia en el crecimiento de los estudiantes.
Lo segundo es comprender que el colegio es un lugar preferente de encuentro entre los alumnos y entre las familias y el colegio. En este contexto conviene precisar que el tipo de encuentro que ocurre en los colegios es bien específico, ya que se da en el marco de lograr las condiciones de florecimiento personal. Todo lo que va en dirección contraria marca un tropiezo, distorsionando el natural propósito educativo tanto de los colegios como de las propias familias. En consecuencia, lo lógico es que éstas impulsen en los estudiantes una actitud constructiva en cuanto a cultivar relaciones interpersonales que les ayude, adecuadamente, a crecer.
Lo tercero: es clave comprender desde bien temprano que cada alumno debe poner perseverancia en su progreso personal, pues ésta es la forma en la que los seres humanos podemos aprender y florecer. Las escuelas y las familias somos instancias de humanización, de personalización, lo que supone en el caso de los padres, que no deben decaer en hacer todo lo posible por incentivar una ética del esfuerzo, de la responsabilidad y del respeto. En esta dimensión se juega gran parte de la responsabilidad educativa de las familias.