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Cuando aún tenemos en la mente imágenes del Chile central inundado, aparece el fuego destructor de vidas, casas y sueños, repitiendo con mayor intensidad lo que ocurrió hace un año en la misma Región de Valparaíso, cuando el jueves 22 de diciembre de 2022 entre el sector del aeródromo Rodelillo y las Palmas comenzó un incendio que quemó más de 400 viviendas y dejó miles de damnificados.
Poco más de un año después, el asunto se repite y con mayor ferocidad. A la hora que escribo esta columna, se registran 64 víctimas fatales en Viña del Mar y Quilpué, y el número previsiblemente aumentará debajo de las miles de toneladas de escombros. En lo personal, mi hija y su madre fueron evacuadas, después que el fuego estuvo el sábado a escasos metros de su hogar.
¿Qué hace que los incendios que nos amenazan reiterada y crecientemente, no sean parte de una estrategia de trabajo país, para prever, equipar, combatir y mitigarlos?
Este desastre, está en la escala, en magnitud e impacto, del terremoto y maremoto del 2010, y tiene que asumirse como una oportunidad, y también como una obligación -a estas alturas de nuestra catastrófica historia nacional- de reorientar el rol de las Fuerzas Armadas.
Las amenazas que hoy tiene Chile, se encuentran esencialmente dentro del territorio. No solo el terrorismo, el narcotráfico y la inmigración descontrolada, sino que los desastres naturales y los provocados por actos humanos o por la imprevisión de los mismos.
Entonces, más que la citación del Presidente Boric al Cosena (Consejo de Seguridad Nacional) para consultarle cómo enfrentar una crisis de seguridad, pudo ser una primera oportunidad para que el gobierno comience la reorientación de las Fuerzas Armadas, de modo que no sigan ancladas a una dura y dolorosa imagen asociada a la dictadura de hace 50 años, sino que unidas y redirigidas por el poder civil aporten a la prevención y combate de los “enemigos internos”. Japón y Alemania así lo hicieron después de la horrorosa Segunda Guerra Mundial y en menos de 40 años se convirtieron en potencias mundiales.
Chile puede y debe ser una potencia mundial en el combate de los incendios forestales. Conaf, y una parte del Ejército y de la Fuerza Aérea pueden constituir una alianza y configurar una entidad altamente especializada. El cambio climático así lo está exigiendo.
Las Fuerzas Armadas, supeditadas y orientadas por el poder civil y democrático pueden hacer un mejor aporte. Al final del día, sus sueldos los pagamos todos los chilenos y no estamos -gracias a Dios- en guerra hace casi 150 años. De modo que una iniciativa como la aquí propuesta puede ser también el reencuentro con la civilidad y con Chile.
El golpe de Estado fue hace medio siglo. Al final, los problemas y las crisis son oportunidades y el Presidente Boric tiene la oportunidad de pasar a la historia con este giro al rol de las Fuerzas Armadas, que sin desatender lo externo, se reencuentren con Chile y su misión de cuidar y proteger a chile y a los chilenos y chilenas. El resto es prejuicio y dilapidación de recursos.