Faltan menos de tres semanas para Navidad y el país económico y social se encontrará en medio de celebraciones, fiestas, compras y tumultos, un caldo de cultivo propicio o ideal para que el virus del covid vuelva a sus andadas y nos someta a restricciones de todo tipo, como las que hemos sufrido en casi dos años de pandemia.
Esta vez la alerta está encendida por Ómicron, una nueva variante del coronavirus proveniente de África que ya está presente en Chile e hizo que las bolsas de todo el mundo tuvieran un viernes negro, y el petróleo bajara de los US$80 el barril.
Pocas cosas se saben, hay mucha prudencia entre los gobiernos, pero los mercados han somatizado la situación buscando nuevamente refugios más seguros para las inversiones. Para los expertos en el tema, “una ‘variante de preocupación” es la categoría más alta dentro del listado de variantes de covid creado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). La decisión agrega peso a la creciente preocupación científica sobre la peligrosidad de esta nueva variante que tiene una asombrosa colección de mutaciones que aumentarían su capacidad para propagarse y eludir la protección de las vacunas. Y justamente ese es el punto de gran preocupación hoy, qué tan útiles son las diferentes vacunas para enfrentarla.
Por ahora, lo único recomendable es no abandonar las recomendaciones básicas; es decir, el uso de mascarilla, la constante limpieza de manos, evitar las aglomeraciones y vacunarse.
Tampoco se trata de proscribir las festividades de fin de año. De hecho, es muy necesario que se realicen para revitalizar el ánimo de la comunidad, pero es fundamental asumir que toda actividad que implique cercanía se debe realizar respetando los aforos y en espacios exista la circulación del aire para evitar el efecto de los aerosoles, que se concentran de manera peligrosa en el ambiente.
La ingenua percepción de que la crisis está superada por el exitoso plan de vacunación desarrollado en el país, va creando en muchas personas la idea de una realidad deseada, pero no real.
No se trata de replantear el falso dilema de salud o economía, sino de aprender a vivir en una nueva normalidad, con cuidados. El covid-19, el Ómicron y los virus que vengan en el futuro no serán los últimos que acechan sobre las sociedades modernas. Debemos aprender a convivir con este tipo de situaciones. No es subvalorar una amenaza inminente, es advertir que se tiene una experiencia adquirida que hay que poner a andar para evitar contagios, muertes y tampoco destruir la economía.
Sería un error repetir la misma fórmula de encerrar a todo el mundo por temor a una propagación inminente, lo que simultáneamente activa una resurrección de la pobreza, del desempleo, de empresas quebradas y de otras derivadas sociales que tardan mucho más en solucionarse.