Ñublense cortó una racha de 7 duelos sin ganar protagonizando el mejor partido de la temporada en el estadio Nelson Oyarzún Arenas de Chillán, donde venció por 3-0 a Melipilla, desterrando las dudas, las profecías de los apocalípticos y pesimistas y confirmando que, sobre los resultados, el equipo, de la mano de Jaime García, construyó una identidad.
Sí, porque el elenco de Chillán, a diferencia de otros planteles del fútbol chileno, no es el resultado de una inversión millonaria, de jugadores de gran renombre o una banca nutrida y profunda, ni menos de un entrenador con años en Primera.
Y aquí radica el mérito. Porque, para quienes lo olvidaron y apuestan porque Ñublense sea animador del torneo o pelee el título, el equipo de García viene recién ascendiendo a la máxima categoría tras un proceso que se acerca a los tres años y a los 100 partidos. Pero García ha sabido, en corto plazo, darle un sello competitivo al equipo. Al espíritu combativo le ha sumado una importante dosis de buen fútbol asociado, equilibrio y madurez que, no siempre un club recién ascendido logra antes de seis meses.
Con un plantel breve, pero jugadores comprometidos para mejorar y conectados con el ideario táctico del adiestrador de Cartagena, matizado con una carga motivacional única, Ñublense se ha transformado en una fuerza colectiva que puede competir en Primera con dignidad, aplomo y contundencia. Insisto ése es el mérito de Jaime García y sus dirigidos. Construir, con defectos y virtudes, una identidad futbolística que no se transa, que podrá tener sus altibajos, pero que siempre dará garantías de lucha y mejoría.
Jugando como la noche del sábado, Ñublense estará siempre más cerca de pelear arriba que del fantasma del descenso.
