Las dramáticas noticias de la capital, donde cada día mueren cientos de personas, han generado una errada idea respecto de la letalidad del coronavirus. Sin embargo, la verdad es que no es su capacidad mortífera lo que debe preocuparnos, sino su extrema capacidad de contagiar. Y bien sabemos que cuando los contagios ocurren rápida y simultáneamente, difícilmente un sistema de salud estará apto de poder hacer frente a una demanda sanitaria que supera las capacidades de atención efectiva.
Por eso el reporte de nuevos casos que fue entregado ayer encendió las alarmas: 129, la mayor cifra desde que el virus fue notificado por primera vez en la región, el pasado 12 de marzo. Además, el pasado martes un informe del Ministerio de Salud confirmó que los casos activos ascienden a 400, el mismo número que se registró durante el peak de la enfermedad en Ñuble, a fines del tercer mes del año. Definitivamente, la cosa no pinta bien en la Región.
Dos son los factores que estarían incidiendo mayormente en esta compleja situación. Por una parte el irrespeto a las disposiciones preventivas, donde hay una cuota que se asocia a la propia autoridad, que experimenta hace bastante tiempo una crisis de confianza que la anula para convencer, como también a la incapacidad que ha tenido para comunicar adecuadamente la gravedad de lo que ocurre. Los errores conceptuales, los cambios de mensaje, las señales confusas, han sido una constante del Gobierno y le costó la salida al exministro Mañalich.
La otra cuota tiene que ver con el flagrante déficit de solidaridad y espíritu comunitario que vemos a diario y que confirma la herencia de ser educado en sociedades individualistas, donde el semejante se desdibuja completamente frente a la urgencia de las necesidades personales. De hecho, daríamos un gran paso si cada uno de los ñublensinos entendiéramos que ha llegado la hora de la solidaridad y de la cooperación, de revisar valores, prioridades y prácticas, para adaptarnos a un virus disruptivo que amenaza la vida de los más débiles, pero también el bienestar social de todos.
Hoy necesitamos distanciamiento físico, no social. Necesitamos interactuar, solo que de manera distinta. Necesitamos crear vínculos de confianza entre cada uno de nosotros. Necesitamos solidaridad y disciplina para el combate común a esta pandemia y a sus múltiples y crueles efectos. Nadie está inmune. Ricos y pobres tenemos que ser solidarios unos con otros, cuidarnos personalmente y cuidar de los otros y asumir una responsabilidad colectiva.
Hacemos un llamado a que nos demostremos a cada uno de nosotros y a la sociedad misma nuestra capacidad de unirnos y cuidarnos individual y colectivamente. No nos cansaremos de repetirlo, hasta que veamos un cambio.