A los habitantes de la capital de Ñuble les gustaría poder disfrutar de parques a pocos minutos de sus casas, pero lamentablemente la falta de visión de sus autoridades en las últimas décadas y la nula responsabilidad social de las empresas inmobiliarias, despojaron a la ciudad de aquellas zonas disponibles para crear áreas verdes que hoy se han convertido en conjuntos habitacionales y kilómetros adicionales de cemento para una ciudad que en tiene 3 metros cuadrados de áreas verdes por persona, lejos de los 9 m2 que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Estudios y encuestas confirman que este tema está siempre entre las primeras preocupaciones de los chillanejos. Un “reclamo verde” que lamentablemente las autoridades anteriores desoyeron, y que nos dejó, como símbolo de esa mora, 25 hectáreas para construir el supuesto gran parque de Chillán, a un costado del aeródromo.
Por supuesto que se le debe reconocer a la anterior administración municipal el desarrollo de proyectos de menor escala, como el Parque Oriente, así como también los esfuerzos por avanzar en otras iniciativas, como el Parque Ultraestación, que apunta a convertirse en un espacio recreativo, deportivo y cultural, de carácter patrimonial.
Ciertamente, la hoy capital regional tiene una deuda histórica con sus habitantes, dado que la ciudad ha privilegiado el crecimiento y el cemento por sobre la calidad de vida de la comunidad, privándola de espacios fundamentales para el desarrollo urbano armónico y la salud de la población. Desde una perspectiva socioeconómica, cuesta imaginar una ciudad que busque atraer inversión y capital humano y no tenga parques.
Ésa es la gran deuda que también tiene la ciudad con el empresario Juan Schleyer, quien en 1929 donó nueve hectáreas en el homónimo sector de Chillán con el objetivo de desarrollar un parque urbano, y que con el paso del tiempo se destinaron a otros usos, como el habitacional.
A esta lista de deudas se puede sumar el histórico Parque Lantaño, hoy en abandono, uno de los sueños que sigue pendiente y que depende de la capacidad de gestión que tenga el municipio para gestionar los recursos para adquirir este predio privado, pero por el momento se vislumbra difícil, dado su alto precio.
Pero más cerca se ve la cristalización del sueño de Schleyer, luego que se conociera que la sociedad propietaria del recinto donde se emplaza la medialuna busca enajenar el inmueble para trasladar sus actividades. Su eventual adquisición por parte del Ministerio de Vivienda permitiría complementar un proyecto de corredor de áreas verdes de carácter inclusivo en ese sector que está avanzando en su diseño.
Lamentablemente, las áreas verdes nunca ha sido prioridad para las autoridades en general, por lo que se valora el compromiso del alcalde Benavente de hacer un mayor esfuerzo para avanzar en el desarrollo de proyectos de este tipo, con la participación activa de la comunidad y con una perspectiva de equidad social y territorial, de manera que la ciudad logre saldar su deuda con Schleyer, pero sobre todo con sus habitantes, que se merecen un mínimo estándar de calidad de vida.