Amanecer con un grano en la cara puede constituirse en una verdadera tragedia. No por el peligro o malestar asociado con el incómodo visitante, sino por la atención que concentrará en la mirada de los demás. Para no pocos, el tamaño del grano será superlativo, dependiendo del interés que su exposición provoque en el entorno. Por ello, no sería extraño que la búsqueda de una solución transite más por lo cosmético que por la búsqueda de una solución definitiva (que por lo general tarda más).
Cuando esta realidad ocurre en la gestión pública, la forma de enfrentar la solución puede hacer la diferencia entre una sociedad de precariedades y otra de oportunidades.
La inequidad territorial es una realidad que incomoda. En la cercanía de los procesos electorales, dicha realidad suele estar presente en la discusión de política pública. La solución cosmética es la alternativa usual que suelen usar las coaliciones que buscan la reelección. En cambio, centrar la mirada en las cifras que revelan la miseria es la estrategia del conglomerado opositor. De esta forma, cada cuatro años, el ciclo suele repetirse sin disminución evidente en la brecha del desarrollo territorial.
En el caso de la Región de Ñuble, abunda la evidencia de la precariedad de una población que busca mantener su identidad rural con dignidad. De acuerdo a la Oficina de Estudios de Política Agraria (Odepa) quince de las veintiuna comunas de la región están clasificadas como rurales; cinco comunas están clasificadas como mixtas; y solo una, la capital regional Chillán, tiene la calidad de urbana. Mala cosa cuando la OCDE advierte que Chile carece de una política rural formal en el sentido utilizado por el organismo de cooperación. Es decir, con un enfoque territorial integral para el desarrollo de las regiones rurales de un país. La carencia de dicha política mantiene a Ñuble como la segunda región con mayor incidencia de pobreza en Chile, solo superada por La Araucanía (la que también exhibe una alta tasa de ruralidad).
Sin embargo, los organismos públicos sectoriales omiten dicha realidad. El informe de gestión del Ministerio de Agricultura para el año 2020 destaca “un avance hacia un desarrollo territorial armónico promoviendo el desarrollo integral de todos sus habitantes sin diferenciación por el lugar geográfico que habiten”. Un avance que poco y nada tiene que ver con la realidad. En efecto, no se observa la voluntad de la inversión pública para cambiar radicalmente la condición de postergación y desesperanza de los sectores rurales. Revelar la realidad que incomoda a la autoridad corrió por cuenta de los agricultores de Ñuble. En La Discusión de agosto de 2021 se pueden encontrar las palabras del presidente del gremio: “los agricultores estamos un poco aburridos de promesas y anuncios”. Esto debido a que el diseño en papel de la inversión pública para enfrentar la escasez de agua para riego sigue en papel.
Los órganos sectoriales siguen gastando enormes cantidades de recursos para maquillar una realidad que emerge de tiempo en tiempo frente a los ojos de la opinión pública. Mientras tanto, son miles los hogares campesinos que dependen de la inversión pública para concretar las soluciones tecnológicas que les permita sostener su actividad productiva.