Al escándalo de las luces LED, que terminó con el administrador municipal, brazo derecho del alcalde y un abogado asesor en la cárcel, se suma ahora la denuncia por el contrato de la empresa de los camiones aljibes. Ambas situaciones, si bien no son similares, han provocado un cuestionamiento transversal a la gestión alcaldicia, responsable de la conducción municipal.
Se ha instalado la percepción de que Chillán ha perdido el rumbo y se encuentra a la deriva. Pero si uno observa lo que ha ocurrido desde la instalación de la región de Ñuble, se puede concluir que la situación actual con los ribetes que ha adquirido, es el tramo final de un proceso que se venía incubando de antes. La instalación de la región de Ñuble, significó elevar a la ciudad a la categoría de capital de región. Sin embargo, esta nueva categoría de Chillán no ha significado hasta ahora ningún cambio, ni cuantitativo ni cualitativo. La propia autoridad reconoció que tras la instalación en Chillán del intendente, se quedó sin agenda. La gestión autocalificada como “de las grandes obras”, en alusión al teatro municipal, se redujo a una defensa cerrada de obras tan discutibles y pequeñas como los baños públicos en la plaza de armas.
La defensa de la autoridad para la instalación de guetos verticales, y de torres de gran altura como las que se construyen frente a al edificio consistorial (lo afectará gravemente) bajo el supuesto de que llegó la modernidad, son solo una muestra del abandono de la gestión como uno proceso en pos del bien común.
La negación sistemática a emprender por fin la modificación del plan regulador, de modo de proteger el patrimonio y la calidad de vida de la ciudad es otro botón de muestra. De modo que los escándalos de corrupción y el cuestionamiento transversal de los concejales, marcan la parte más baja de la curva de la gestión municipal y obligan a los nuevos actores a reflexionar seriamente sobre el futuro de la ciudad.
La actual administración parecía sustentarse solamente en una segura reelección, dada la situación casi insuperable de los alcaldes en ejercicio. La nueva ley que dejó en la estacada a los alcaldes con tres períodos, no solo es saludable, sino que en el caso de Chillan abre una ventana para que surjan propuestas atractivas e innovadoras respecto a su futuro la ciudad.
La pandemia y sus secuelas, por otra parte, ponen condiciones a dichas iniciativas hasta ahora impensadas. Es de esperar que se genere un debate respeto al futuro de Chillán que vaya más allá de la contienda electoral y de la legitima aspiración de los partidos y de los candidatos. Es el momento de recuperar el tiempo e iniciar -ahora sí- una reflexión seria sobre el futuro de la ciudad. A qué aspiramos por los próximos 50 años para nuestros hijos y nietos. Qué ciudad queremos, cómo imaginamos los espacios públicos, o cómo integramos a los chillanejos en un sueño común y si seremos capaces de llevar esos suelos a la realidad. La ley de la no reelección nos da una nueva oportunidad. Es de esperar que esta vez si la aprovechemos, pues me temo que no habrá muchas más en el fututo. ¿Quo Vadis Chillan? La respuesta tenemos que encontrarla entre todos.