La primavera se encontraba en todo su apogeo en la capital de la joven república. En el palacio de gobierno todo parecía calmo, lo que no siempre era el tono de la política en un período de consolidación de las instituciones republicanas. La constitución de 1833 se encontraba en rodaje y el regreso de Diego Portales al gobierno a nadie había dejado indiferente. Los conservadores habían logrado una cierta estabilidad política y el Presidente José Joaquín Prieto transitaba por su primer período presidencial.
Esa mañana de día jueves no se observaba mucho movimiento en palacio. El día de todos los Santos, el domingo 1 de Noviembre recién pasado, había producido como cada año un recogimiento en la población que en masa había concurrido al cementerio a recordar a sus familiares fallecidos en el período de la guerra de la independencia y en la guerra civil que precedió la llegada de José Joaquín Prieto a la Presidencia de la República en 1831.
Temprano, como cada mañana, ingresó al despacho del Presidente un asistente con una carpeta entre sus manos. El Presidente abrió la carpeta de cuero negro, curtido y brillante y con calma leyó el decreto que disponía el traslado de Chillán desde su actual ubicación, hacia una explanada ubicada un poco más al Norte, cruzada por el estero Las Toscas.
El terremoto conocido como el “terremoto de Concepción”, ocurrido en febrero del mismo año, de grado 8.5 con tsunami incluido, había destruido por completo a Chillán, ante lo cual el gobierno de Prieto había decidido trasladar la ciudad a un lugar totalmente nuevo y no reconstruir la ciudad en el mismo sitio, conocido hoy como Chillán Viejo. Esto había provocado un largo y extenso debate entre los habitantes y autoridades de la época, a muchos de los cuales parecía no convencerles del todo la idea de trasladarse a otro lugar a pesar de las ofertas del gobierno.
A Prieto, sin embargo, le seducía la idea de fundar una nueva ciudad, sería la primera de la república y llevaría su rúbrica. Aún recordaba la conversación con el francés Carlos Ambrosio Lozier, que le había llevado los planos de la nueva ciudad a su despacho. Se trataba de un trazado moderno de doce cuadras por lado, con cuatro plazas emplazadas equidistantes entre sí y una plaza al centro, esta sería la plaza de armas. Las calles generosas rompían con la trama colonial, la orientación sería establecida por el Norte geográfico. Prieto se había dejado convencer por el francés, quien le hizo ver que se trataba de un trazado para doscientos años, inspirado en el urbanismo francés moderno, mucho más democrático que el clásico de las monarquías; el terreno llano y plano se presta para ello, le había dicho Lozier.
El Presidente sabe que pasará a la historia, será el fundador de una nueva ciudad, intuye por la conversación con el francés, que será un espacio para la modernidad y le permite tomar distancia de la época colonial.
Una vez que terminó la lectura del decreto, le hizo algunas indicaciones a su asistente para que tramitara con la máxima urgencia el documento, luego tomo una gruesa pluma y estampó su firma junto a su nombre y la fecha, 5 de noviembre de 1835. En ese momento se produce la fundación de la nueva ciudad de Chillán, conocida por muchos años como Chillán “nuevo” , hoy capital de la comuna de Chillán y capital de la Región de Ñuble.