Señor Director:
Sobre todo en tiempos electorales todos los candidatos declaran su amor por la Pymes. Sin embargo, es evidente que en algunos casos se trata de un amor más bien electoral y estratégico.
Cómo se sabe las Pymes constituyen la columna vertebral del trabajo asalariado, son a lo menos cien mil las que ofrecen empleos al grueso de los trabajadores. Aquí está el secreto del amor electoral.
La verdad sea dicha: una cosa es “amarlas” para conseguir los votos y otras considerarlas como el núcleo generador de una economía fundada en la iniciativa privada. Es claro que algunos las aceptan por las razones señaladas o, incluso porque comprenden la necesidad de su existencia, el punto es que no están dispuestos a verlas crecer más allá de cierto límite a partir del cual, al convertirse en grande serán consideradas en el “bando enemigo”, es decir, en el gran capital. Concretamente se trata de que existan con la rienda corta y no vayan a cometer el pecado de tener grandes éxitos para convertirse en empresas mayores.
Resulta curioso que en el caso de las Pymes el éxito se convierta en sentencia de muerte. Esta curiosa contradicción corresponde a una ideología contraria al éxito individual; es la misma lógica con la que se oponen a destacar a los mejores alumnos en las escuelas donde se esfuerzan por igualar en la mediocridad.
Es el sistema que prefiere la igualdad en la pobreza que la desigualdad en la prosperidad. El sistema detesta a los emprendedores y prefiere gobernar a una masa empobrecida que dependa de las dadivas del Estado. Es lo que hemos visto en Cuba, Venezuela, Nicaragua y en gran medida en Argentina donde, por la vía de una “limosna pública” se mantiene a miles de electores cautivos.
Por el contrario, el progreso social es evidente donde el Estado deja la rienda suelta para que la libre iniciativa despliegue todas sus potencialidades y, saluda en buena hora a esas Pymes que con esfuerzo, eficiencia y creatividad pasaron del primer escalón de los negocios a los más altos. Que una Pyme se transforme en grande debe celebrarse como el fruto del talento y la voluntad de sus mentores.
Dr. Alejandro Witker
Historiador
