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Pequeños y medianos empresarios locales coinciden en que la informalidad está “desatada” en rubros como las peluquerías, los centros de eventos, el gastronómico y el comercio tradicional, lo que, aseguran, representa una competencia desleal que ha llevado varios a cerrar y a otros, a reducir su personal, ante una ostensible baja en las ventas, sin mencionar los aumentos de costos.
Frente a este problema, dirigentes gremiales piden una mayor fiscalización de estos comercios que operan sin patente, que no pagan impuestos, no cuentan con permisos sanitarios y sus trabajadores están sin contrato.
Se trata de un problema crónico de la economía regional, que también se observa en otros sectores, como la agricultura.
Según la última encuesta de empleo del INE, en el trimestre enero-marzo de 2024 se estimó que hay 82.145 trabajadores informales en Ñuble, lo que representa un 36,7% de los ocupados, un guarismo muy superior al promedio nacional de 28,1%.
Boom de las barberías
Alicia Colil ha vivido en carne propia la competencia del gran número de peluquerías, salones de belleza y barberías que han abierto en Chillán. Propietaria del salón de belleza Alicia Colil y presidente de la Asociación gremial de profesionales de la belleza de la región de Ñuble (Probeñu), sostuvo que “el factor clave de este problema es la falta de fiscalización”.
“El estado económico de nuestra región está muy complicado, nuestro rubro está muy malo y tenemos este problema de la informalidad. Un ejemplo son las barberías, que no tienen patente, no pagan impuestos, a veces trabajan con el RUT de una persona y tienen dos o tres barberías de la nada, uno ve que son tremendos locales y no tienen clientes; otro ejemplo son los servicios que se ofrecen en redes sociales a precios irrisorios, por ejemplo, un alisado, que vale 70 mil pesos, en Facebook lo puede encontrar a 10 mil pesos, y además, los productos los compran en el mercado informal, y por lo tanto, mucho más barato, todo sin boleta”, explicó la dirigente.
Colil recordó que ha solicitado a las autoridades un esfuerzo coordinado de fiscalización, sin lograr resultados hasta la fecha. “Hemos pedido que se haga una búsqueda, en conjunto con los municipios, para hacer una fiscalización en serio, porque no hay datos. Fíjese que el año pasado nosotros hicimos un catastro en la región y en algunas comunas solo aparecía en los registros de Rentas y Patentes del municipio una sola patente para peluquería, y si uno se daba una vuelta podía contar diez, por lo menos”, enfatizó.
Estimó que en los últimos dos años el número de peluquerías y barberías ha aumentado sobre un 80% e indicó que, en Chillán, “hay peluquerías que están funcionando con patentes provisorias, porque no cumplen con todos los requisitos; además, hay muchas que arriendan los locales y no existe ningún permiso asociado a la construcción, por ejemplo, la rampa de acceso para discapacitados, pero uno ve que eso no se cumple. Entonces, uno se da cuenta que este sistema está totalmente descontrolado en esta comuna. Sólo un ejemplo: hace unos días vi en avenida Ecuador con Argentina a unas personas cortando el pelo en la calle. Y en las poblaciones uno ve también que en las casas se ofrecen todo tipo de servicios de belleza”.
Alicia Colil lamentó que “tenemos colegas a quienes les ha perjudicado tremendamente esto, han bajado mucho las ventas; yo también he estado complicada, porque se instaló una barbería al lado, más abajo una peluquería en una casa y la gente va por los precios, pero yo no puedo bajar los precios, porque uno tiene costos fijos que afrontar, por ejemplo, yo pago arriendo en UF”.
Recordó que durante la pandemia debieron replegarse a sus casas y que una vez terminadas las restricciones, la mitad de los profesionales de la belleza optó por quedarse trabajando en sus domicilios, “porque es más fácil, ya no pagas patente ni impuestos, así fue como comenzó a aumentar la informalidad, y vemos que sigue creciendo porque no hay control, los inspectores ya no salen a fiscalizar; lo que necesitamos es que se formen equipos de fiscalizadores, del municipio y del Servicio de Impuestos Internos, que comiencen por el centro y luego vayan extendiendo su acción a otros sectores”.
Reconoció, además, que “resulta sospechoso el aumento tan rápido de las barberías, hay lugares que cierran más tarde, que tienen movimientos distintos. Yo llevo 30 años de peluquería y 16 años en Chillán y todavía sigo luchando para tener mi salón, y llegan unos extranjeros y tienen 3-4 barberías de una, con bastante lujo. ¿Dónde está la claridad que no ven los municipios?”
Preocupación gremial
Para el presidente de la Cámara de Comercio de Chillán, Alejandro Lama, el problema de la informalidad ha representado por años una de las principales preocupaciones del gremio, por lo que reconoció que, “en ocasiones, suena repetitivo, pero en cada oportunidad que tenemos de reunirnos con las autoridades les hemos planteado este tema, ya sea por el comercio callejero que se expande sin control a vista y paciencia de todos, lo que representa una competencia desleal para el comercio tradicional de vitrina en el centro, pero también por la proliferación de la venta por medios electrónicos, por ejemplo, la venta de comida a través de redes sociales, la que no cuenta con permisos sanitarios ni patentes”.
“Entendemos que la destrucción de empleos durante la pandemia obligó a muchos a reinventarse y emprender en distintos rubros, principalmente el comercio, pero más allá del sustento que representa para algunas familias en la región, hay un lucrativo negocio que no paga impuestos ni patentes como nosotros, que no respeta normas laborales, sanitarias ni ambientales, es decir, que no hace un aporte sustentable a la sociedad y que tiene muchas externalidades negativas”, reflexionó el líder gremial.
“Por ello, le hemos planteado a las autoridades la necesidad urgente de abordar este problema, generando las políticas que permitan reducir la informalidad, por un lado, a través de una fiscalización eficiente y más inteligente, pero también, generando los incentivos para la formalización”, expresó Lama.
Asimismo, expuso que “hay también un tema cultural, porque mientras existan personas dispuestas a comprar en la informalidad, habrá mercado para ello. Lamentablemente, las personas que compran no tienen conciencia del grave daño que le hacen al comercio local que paga impuestos y que genera empleos formales”.
Rubro gastronómico
En el rubro gastronómico no solo existe un malestar con la falta de fiscalización de los locales informales de reparto de comida que se promocionan a través de redes sociales, sino que también hay gran preocupación por el auge de los centros de eventos informales.
Dirigentes gremiales y empresarios del rubro reconocen que en las afueras de Chillán se han multiplicado recintos básicos que se arriendan como centros de eventos, donde familias y colegios celebran actividades como cumpleaños, matrimonios y paseos de curso, muchas veces asociado a servicios de banquetería también informales, es decir, que no solamente evaden impuestos, sino que trabajan sin resolución sanitaria.
En sectores como el camino a Pinto, el camino a Coihueco, el camino a Cato y el camino a Huape, entre otros, han visto la transformación de parcelas en quinchos con piscina, que sin patentes ni permisos cobran la mitad por el arriendo de las instalaciones en comparación con un centro de eventos formal.
Un empresario del rubro que pidió mantener en reserva su nombre, comentó que “la informalidad es un problema muy grande y no veo una solución fácil”. Agregó que “veo que me están ganando todas las propuestas y todos son informales, porque hay una gran cantidad de quinchos con una diferencia de precios abismante, algunos tienen una piscina y montan una carpa y ya son un centro de eventos”.
Afirmó que, “desde la pandemia, cualquier cristiano es banquetero, además, es una forma fácil de ganar plata”, sin embargo, reconoció que, parte del problema es la falta de fiscalización, a pesar de que el gremio ha planteado esta problemática a las autoridades en más de una oportunidad.
En esa línea, reconoció que desde la pandemia hasta la fecha sus ventas han bajado más de un 50%, lo que ha repercutido también en los empleos.
Incentivos a la informalidad
En opinión de Renato Segura, director de la Dirección de Desarrollo Económico y Productivo de Chillán, “muchas de las actividades económicas que nosotros vemos en la región son de tipo informal, que es el gran drama que tienen hoy día muchos sectores económicos, que frente a esta informalidad están arriesgando inclusive que algunas empresas empiecen a cerrar, porque no pueden competir”.
Sostuvo, además, que el temor a perder beneficios del Estado, como los bonos, constituye un incentivo perverso a la informalidad y, en el largo, plazo, un problema para el estado que tendrá que hacerse cargo de las pensiones de estos trabajadores que no cotizan. “El gran problema que tenemos de las bajas pensiones, en muchos casos tiene que ver con las lagunas previsionales y éstas se generan porque la gente no tiene empleos formales”, acotó.
“Normalmente la cesantía la puedes combatir con empleo informal, que es lo que hace mucha gente cuando se ve enfrentado a este problema, esa gente sale a buscar formas de subsistir; yo lo veo todos los días en la gente que estamos apoyando, uno ve una resiliencia en la gente, que a pesar de lo poco que ganan se las ingenian y logran salir adelante y muchas de las actividades con las cuales ellos pueden salir adelante es justamente generando una actividad comercial de manera informal. Entonces, se da esta paradoja en el sentido de que la formalidad hoy día no es algo que se ofrezca de manera espontánea. De hecho, nosotros vemos, con baja actividad económica, hoy día el costo de oportunidad de la informalidad sigue siendo muy bajo, porque si no tienes buen sueldo en el mercado formal, la verdad es que es mejor seguir informal. Entonces, ganan en menos horas lo que ganan en jornadas completas, también hay un tema de tiempo que ellos dedican a su familia”, explicó Segura.
El profesional comentó que, “la falta de calificación de los trabajadores es un fuerte incentivo para la informalidad. Esto tiene que ver mucho con el retorno que obtienen por cada hora trabajada. En el mercado informal, el trabajador puede administrar mejor sus horas en la informalidad, duplicando e incluso triplicando sus ingresos, dependiendo del tipo de servicio. Por ejemplo, el personal de aseo formal, gana un salario semanal de $150 mil; el personal de aseo informal, puede generar turnos de 4 horas diarias, lo que equivale a 8 turnos semanales a un valor que supera los $30 mil por turno, lo que significa un ingreso semanal superior a los $240 mil trabajando solo cuatro días a la semana. Gana más y dispone de más horas de ocio, que se puede interpretar como mejor calidad de vida”.
“Ocurre lo mismo con el fenómeno que alimenta el comercio informal -continuó-. El salario mínimo eclipsa el trabajo remunerado del personal del comercio. El mismo dinero se puede obtener en un fin de semana, vendiendo en la calle de manera informal”, sentenció el director de la Didepro.