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La reciente decisión del Tercer Tribunal Ambiental, de anular la resolución de calificación ambiental (RCA) del proyecto de línea de transmisión Punilla-San Fabián, constituye una señal de alerta para los proyectos que se pretendan desarrollar en zonas de alto valor natural, como por ejemplo, la Reserva de la Biósfera “Corredor biológico Nevados de Chillán-Laguna del Laja”, en el sentido de mejorar los estándares de evaluación de los impactos ambientales, de hecho, entre los principales elementos que pesaron en el fallo se destaca la necesaria protección del huemul y de su hábitat, así como de la flora nativa del lugar, aspectos que, según el Tribunal, no estaban adecuadamente resguardados.
El fallo no solo representa un traspié para el proyecto de embalse La Punilla, que se pretende levantar en San Fabián, ya que dicha línea de transmisión permitirá evacuar la energía que genere la central hidroeléctrica asociada al embalse. También debe ser interpretado como un llamado a promover el desarrollo sustentable, la preservación y conservación de los recursos naturales y la calidad de vida de las comunidades, un mensaje que suena con particular fuerza en la Reserva de la Biósfera.
Como se recordará, el corredor biológico fue declarado Reserva de la Biósfera por la Unesco en 2011 -la décima en el país-. Tiene una superficie de 572.423 hectáreas que se extienden por ocho comunas cordilleranas: San Fabián de Alico, Coihueco, Pinto, San Ignacio, Yungay, en la región de Ñuble; y Antuco y Tucapel, en Biobío. Alberga la Reserva Nacional Ñuble, la Reserva Nacional Huemules de Niblinto y el Parque Nacional Laguna del Laja.
Sin embargo, dicha declaración no significa ningún tipo de protección, como sí ocurre con los parques nacionales. En ese sentido, por su rica biodiversidad y la presencia de especies amenazadas, como el huemul, lo que espera la Unesco es que el Estado adopte medidas de protección especial a partir de esta declaratoria.
Por ello es clave que los proyectos que se pretende desarrollar en esta zona consideren una especial preocupación por la evaluación de los impactos ambientales y sus respectivas medidas de mitigación, por ejemplo, los embalses La Punilla, Zapallar y Chillán o la ruta internacional que se proyecta hacia el Paso Minas Ñuble. Estas iniciativas deben ir más allá de lo que exige la legislación y presentar medidas que además de mitigar los impactos, promuevan efectivamente el desarrollo sustentable, la preservación y la conservación.
Asimismo, es fundamental que los proyectos consideren a las comunidades como actores clave, incorporándolos a instancias de participación en las que se tomen en cuenta sus preocupaciones y demandas. Nadie quiere repetir los errores que se cometieron en La Punilla.
Se estima que en la Reserva habitan cerca de 9 mil personas distribuidas en pequeñas localidades rurales, además de Las Trancas, con economías basadas en la agricultura y la ganadería, así como también el turismo.
La Reserva de la Biosfera es, sin duda, la principal riqueza natural de Ñuble, pero, además, cumple un rol ecosistémico invaluable, por ejemplo, en ella se produce y almacena el agua que consumen los hogares y los campos de la región. Por ello, sus autoridades y la comunidad deben velar para que los proyectos que se desarrollen en la Reserva, no pongan en riesgo el legado ambiental para las futuras generaciones.