El Valle del Itata es la cuna del vino chileno, sin embargo, el desarrollo del enoturismo en esta zona es aún incipiente, muy distinto a lo que ocurre en los valles de Colchagua, Casablanca o Maipo, favorecidas por su cercanía a Santiago, fuente de las mayores emisiones de turistas y tránsito de los visitantes extranjeros.
Sin embargo, el éxito de los destinos mencionados no se puede atribuir exclusivamente a su ubicación. En ellos ha existido una voluntad por asociarse y un trabajo constante y planificado. En el caso de la ruta del vino de Colchagua, fueron seis viñas las que impulsaron hace 25 años un proyecto asociativo.
En el caso de Itata, donde la regla son pequeñas viñas campesinas, la oportunidad de generar nuevos ingresos a través del enoturismo, vale decir, la venta de botellas a los visitantes, cobra especial relevancia, pues en la venta in situ la utilidad del productor puede llegar hasta el 90%, a diferencia de los canales de comercialización, donde bordea el 50%. Puede ser, sin duda, una gran oportunidad para los pequeños viticultores, cuyos volúmenes no son suficientes para exportar o para entrar al retail.
Curiosamente, el Valle del Itata, el que tiene mayores atributos paisajísticos y culturales de todo el país, donde es posible encontrar parras centenarias y observar prácticas ancestrales, es uno de los menos conocidos turísticamente.
Actualmente, en Chile, 94 bodegas están abiertas al público, lo que corresponde al 27% del total. En Itata son apenas tres.
Ciertamente, el negocio aún está en pañales, y no bastará con que tres o cinco bodegas hagan degustaciones para levantar el turismo en la zona. El paso necesario para construir una ruta del vino y desarrollar el enoturismo en la zona es la asociatividad, pues cualquier esfuerzo inididual resultará inútil.
Y no se trata solo de una asociatividad entre viñedos, sino que con otros emprendimientos complementarios, por ejemplo, en gastronomía, alojamiento y servicios turísticos. En ese sentido, desde una perspectiva territorial, dicha asociatividad también tiene que darse con otros destinos, como las Termas de Chillán, Cobquecura o Concepción.
Y si se trata de desafíos, se debe mejorar la infraestructura pública y privada, para lo que se requiere el compromiso de la autoridad política, por ejemplo, para mejorar la señalética vial, generar accesos al valle desde la Autopista del Itata o facilitar la conectividad aérea de Chillán.
No se trata, en ningún caso, de emular los modelos de desarrollo de los valles centrales ni de construir grandes salones de recepción de visitantes. Los turistas que buscan experiencias y tienen algún grado de afinidad con el vino, esperan encontrar autenticidad, y en ese contexto, en Itata la oferta campesina es única.
El atributo de Itata es su rusticidad, el valor patrimonial de sus tradiciones que se conservan hasta hoy, que es lo que constituye su “relato”; un relato que no puede ofrecer ninguna otra zona vitivinícola chilena y que se refleja en la identidad de sus vinos y en su creciente reconocimiento nacional e internacional.